Capítulo 4

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Earth regresó de visitar a sus padres y se quedó en su dormitorio casi toda la tarde. No parecía estar de humor para hablar, algo que Fluke agradeció, aunque también le desconcertaba la preocupación de su hermano.

– ¿Cómo van las cosas por casa? – le preguntó a la mañana siguiente mientras desayunaban.

Earth hizo una mueca.

– El desastre habitual y papá diciendo que todo saldrá bien aunque todos sepamos que eso es imposible.

– Papá nunca cambia – dijo Fluke y suspiró. – ¿Cómo está mamá?

– Con fe ciega en papá, como de costumbre – contestó su hermano.

– Entonces, ¿qué hacemos?

– Lo que podamos y, de momento, no es mucho.

Fluke se guardó para sí su angustia porque Earth ya tenía bastante con lo que lidiar y no quería agobiarlo más. Ya se lo contaría todo a su hermano cuando las cosas volvieran a su cauce. Seguía preguntándose cómo alguien como Ohm, a quien apenas hacía veinticuatro horas que había conocido, había acabado con su habitual buen humor hasta el punto de sentirse como si un camión le hubiera pasado por encima. Aún así, no tenía sentido seguir castigándose por unos hechos que ya no podía cambiar, y menos aún estando de exámenes finales.

Durante el mes siguiente, estudió sin descanso para cada uno de los exámenes y empezó a preocuparse cuando una aterradora posibilidad empezó a tomar forma después de que estuviera enfermo por dos semanas seguidas. ¿Le habría mentido Ohm respecto a ser infértil? A aquellas alturas, Fluke no tenía muy buena opinión de Ohm. Le había dejado dos mil libras en el sobre por haberle preparado dos comidas y, aunque no se lo había dicho a las claras, por haber compartido su cama. Lo había tratado como a un prostituto, dándole dinero antes de irse, y todavía le ardía la sangre al recordarlo. No le cabía en la cabeza que hubiera podido concebir una vida juntos.

Tomaba anticonceptivos y estaba seguro de que no se le había olvidado tomar ninguna pastilla.

Enseguida salió de dudas tras visitar a la médico del centro de salud de estudiantes. El enfermero le hizo recordar que un par de semanas antes había seguido un tratamiento con antibióticos para curar una leve infección. En el prospecto de las pastillas se advertía que los antibióticos podían interferir en los anticonceptivos y se aconsejaba tomar medidas adicionales de precaución.

– Sí, pero ¿quién se lee los prospectos? – había murmurado y el doctor lo había mirado como si fuese tonto.

Era demasiado tarde, pero asolado tras confirmarse que sí que estaba embarazado, Fluke se leyó el prospecto en el autobús de camino de vuelta a casa. Así descubrió que aquel malestar que había sentido la noche después de dejar a Ohm podía haber reducido la eficacia de las píldoras anticonceptivas.

La mala suerte parecía haberse cebado en él en un solo día, si bien culpaba sobre todo a Ohm por haberle mentido acerca de ser infértil y no haberle dado su nombre completo o alguna forma de ponerse en contacto con él.

Descorazonado, llegó a la conclusión de que un hombre comprometido nunca querría volver a saber nada de una aventura de una noche.

Había otra cara de la moneda respecto a la posibilidad de estar embarazado. Adoraba a los niños y siempre había tenido la ilusión de tener hijos en el futuro, pero ...

En aquel momento de su vida, un embarazo no dejaba de ser un inconveniente. Tenía que terminar sus estudios para poder ser profesor y ganarse la vida de una manera aceptable. ¿Cómo encajaba un bebé en todo eso? ¿Y los gastos que implicaba criar a un hijo? Todo el mundo sabía que para sacar adelante a un bebé, por tierno y adorable que fuera, era necesaria una fortuna.

Los planes del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora