Capítulo 7

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El cielo nocturno parecía un gran arco de terciopelo negro salpicado de brillantes estrellas. Era una visión espectacular. El fuego crepitaba y las hipnóticas llamas, azules y naranjas, emitían sombras sobre los hombres vestidos con túnicas que, armados, velaban el campamento. Cenar con un príncipe heredero en el desierto requería un gran despliegue de personal, tanto de apoyo como de protección.

Estaban el cocinero y sus ayudantes afanados sobre un brasero, preparando una elaborada comida de varios platos. También estaban los guardaespaldas de Ohm y la doncella asignada a Fluke por si acaso necesitaba algo. Habían levantado una tienda de campaña negra a sus espaldas para su comodidad y, si por él hubiera sido, se habría metido dentro porque tenía frío, a pesar de la ropa que llevaba. Al otro lado de la hoguera, unos músicos golpeaban suavemente sus tambores, mientras otro hombre tocaba un instrumento de cuerda parecido a la mandolina y otros dos sus flautas. La música era rítmica y melódica, y sentía el resonar de los tambores en sus huesos.

– Mi hermano vendrá a vernos mañana. Está deseando conocerte – le dijo Ohm después de cenar.

– ¿Qué le has contado de nosotros?

– Muy poco. No le interesan los detalles. Siendo franco, eres la respuesta a las oraciones de Zayn. Estando casado y con un heredero en camino, tendrá la libertad para hacer lo que quiera. Se alistará en el ejército y hará la formación en Sandhurst. Su sueño siempre ha sido ser un soldado profesional, pero aún siendo el hermano pequeño estaba condenado a casarse y dar un heredero a la corona. Hasta ahora.

– Me alegro de saber que nuestro ... accidente, es una alegría para alguien.

– Nuestros hijos no son un accidente – dijo y entrelazó los dedos con los de Fluke. – Tienes las manos heladas. ¿Por qué no me has dicho que tenías frío? – preguntó levantándose a la vez que tiraba de él. – Vámonos a la jaima.

Una vez en el interior, Fluke parpadeó, cegado momentáneamente por los brillos de los farolillos que colgaban de los postes y que arrojaban destellos de colores sobre las alfombras que cubrían el suelo. Ohm tiró de Fluke para que se sentara en un lujoso sofá repleto de cojines y le acarició la espalda para ofrecerle calor.

Fluke sonrió al contemplar el lujo que los rodeaba.

– No me creo que tu gente vaya por el desierto transportando todo esto.

– Claro que no, pero es lo que mi padre enseñó al personal de Alihreza. Nunca ponía un pie en el desierto sin asegurarse de tener todas las comodidades a su alcance – comentó Ohm, cubriéndolo por los hombros con una manta de terciopelo. – Pareces un niño – añadió y le acarició la punta de la nariz.

Fluke alzó la vista y se encontró con aquellos impresionantes ojos dorados. El corazón le dio un vuelco. Su cuerpo se cubrió de una fina capa de sudor y rápidamente se encogió de hombros para liberarse de la manta que lo cubría.

– Solo de estar aquí ya no tengo tanto frío – murmuró y bajó la vista para romper todo contacto visual.

No quería que se diera cuenta de cómo le afectaba a sus hormonas el tenerlo tan cerca. Unos dedos finos y largos lo obligaron a alzar la barbilla y de nuevo sus miradas se encontraron. Sus mejillas se sonrojaron y sus labios se separaron. Un gruñido escapó de la garganta de Ohm y su boca se unió a la de Fluke con tal ansia que lo dejó sin respiración.

– Ardo en deseos por ti – susurró cuando por fin se apartó para que recuperara el aliento.

Con la vista puesta en él, Fluke respiró hondo hasta que el instinto lo hizo volver a buscar su boca. El deseo se extendía dentro de él como las llamas por un bosque. Deslizó las manos desde sus hombros hasta su pelo y no pudo evitar dejar escapar un gemido cuando sus lenguas se encontraron. De pronto se encontró con la espalda contra el sofá mientras Ohm trataba impacientemente de arrancarle la ropa. Nunca se había sentido tan desesperado como con aquella necesidad de sentir su piel junto a la suya.

Los planes del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora