Capítulo 6

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Iban a casarse y, por lo que le había dicho, iba a ser enseguida.

No iba a ser un matrimonio real, pero era la forma de establecer una buena base para el futuro de sus bebés. Además, ¿qué clase de padre sería si no estaba dispuesto a hacer un sacrificio? Después de todo, su madre había renunciado a una vida de comodidades por el bien de sus gemelos que esperaba y por estar con el hombre al que amaba.

Ohm también había sido astuto porque había ido a la esencia del asunto y lo había convencido de que la única opción que tenían era casarse. Tenía que reconocer que se había salido con la suya y puso los ojos en blanco al percatarse.

La doncella llamó a la puerta y apareció acompañada por otra, y le explicó que le llevaban el traje con el que iba a conocer al regente. Fluke no pudo evitar sorprenderse por el ingenio de Ohm. Organizar una boda secreta en un lugar lleno de empleados curiosos tenía que hacerse con mucha cautela, así que la excusa para ponerse elegante era que iba a conocer al tío de su marido, el regente y actual gobernante de Zenara.

Tenían que darse prisa en casarse antes de que alguien averiguara que no lo estaban. Suponía que un escándalo así podía suponer una desgracia en la familia real y suspiró. Su madre lo habría entendido mejor que Fluke, teniendo en cuenta que al convertirse en madre soltera se había visto apartada de su familia.

En cualquier caso, si era así como se hacían las cosas en Zenara, estaba dispuesto a seguir el juego por el bien de sus hijos. Se fue al baño y se puso el traje bordado que le habían llevado. Era azul y elegante. Aunque era bonito, parecía uno de esos atuendos que alguien se ponía para ir a bailar en los festivales de country.

Sonrió y volvió a la habitación para que lo engalanaran con joyas y lo peinaran. Al final, fue él, el que se ocupó de hacerse el peinado. Su pelo parecía tener vida propia y solo él sabía cómo controlarlos. Las joyas que habían puesto a su disposición eran espectaculares, pensó mientras acariciaba el colgante de diamantes y zafiros que colgaba de su cuello, a juego con un pendiente de donde colgaban un montón de piedrecitas.

Ohm entró en el dormitorio y se sorprendió al verlo por primera vez sin ropa occidental. Llevaba una larga túnica blanca con un turbante de cuadros rojos cayéndole sobre el hombro como si fuera un pañuelo. Aquel atuendo le daba un aspecto muy diferente. Parecía recién salido de una exótica fantasía sexual. Al ponerse de pie, sintió que las rodillas se le doblaban.

– Estás muy guapo.

Sus ojos brillaron divertidos ante su reacción. Lo que para él era un traje elegante, debía de ser un atuendo normal para él.

– ¿Por qué te ríes? – preguntó Ohm.

– En mi país, solo un pantalón corto y un top muy ajustado producirían esa reacción en un hombre.

Él frunció el ceño.

– ¿Es esa la ropa que te pones cuando sales por ahí?

– No, nunca me ha gustado exhibirme – contestó.

Lo tomó de la mano y lo guió por el pasillo. Lo primero que llamó su atención fue la cantidad de guardias flanqueando su paso hasta una gran sala bañada por la luz del sol. Un hombre corpulento de baja estatura salió a su encuentro con una enorme sonrisa y la mano extendida para saludarlo. La puerta se cerró a sus espaldas. Ohm tradujo las palabras de bienvenida de su tío. Su sonrisa y el brillo de sus ojos oscuros eran cordiales.

Un hombre de avanzada edad vestido con una túnica se acercó hasta ellos y les dijo algo antes de indicarles que se acercaran a una mesa en la que Fluke y Ohm firmaron su acta de matrimonio. La ceremonia fue tan rápida que a punto estuvo de preguntarle a Ohm si ya había acabado. Después, mantuvo una breve charla con el regente y contestó a las preguntas que por cortesía le hizo sobre su familia, con ayuda de Ohm como traductor.

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