Epílogo

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Dos años más tarde, Fluke estrechó a su hijo Nazir contra el pecho, mientras tiraba de las gemelas hacia el ascensor, una detrás de la otra.

Leila hablaba muy alto mientras Lucia escuchaba, enroscando en sus dedos sus rizos pelirrojos y se llevaba el pulgar a la boca. Su padre volvió a apartárselo.

– Tío Earth – balbuceó Leila. – Me gusta.

– Eso espero.

Fluke estaba emocionado ante la idea de ver a su hermano gemelo  yal resto de la familia.

Era el día de su veinticuatro cumpleaños y Earth y Fluke iban a celebrarlo juntos en el palacio de Alihreza. Durante toda la tarde, hubo un continuo ir y venir de helicópteros trayendo invitados a la fiesta.

Después de subir al trono y convertirse en rey, Ohm había empezado a superar el turbio pasado de su padre y los sórdidos acontecimientos que en otra época había asociado a aquella mansión en el desierto.
Después de todo, Fluke y él, junto a sus gemelas y su hijo recién nacido, Nazir, formaban una familia y Alihreza era el lugar ideal para relajarse después de una intensa semana de actividades en el palacio real. También era el sitio perfecto para celebrar una gran fiesta porque tenía todas las comodidades para albergar a familiares, que estaban pasando con ellos las vacaciones.

Nazir no había sido un hijo planeado.

Traumatizado por el parto de emergencia de las gemelas, Ohm había dicho que dos hijas eran suficientes para ellos y que de ninguna manera iba a permitir que Fluke corriera riesgos con un segundo embarazo. A pesar de que Fluke había recurrido a los médicos para que les explicaran que simplemente habían tenido mala suerte y que los embarazos de gemelos conllevaban más complicaciones, Ohm había adoptado una postura inamovible. Le había costado asimilarlo puesto que Ohm siempre se mostraba dispuesto a lo que fuera para darle lo que quisiera.

De hecho, durante semanas habían tenido discusiones acerca de si tener otro hijo o no y entonces, el destino, en el que tanto creía Ohm, había intervenido y Fluke había descubierto que estaba embarazado otra vez. Ya no tomaba píldoras anticonceptivas porque después de probar varias marcas, ninguna le sentaba bien después del nacimiento de las gemelas. Ohm se había hecho cargo de poner los medios para evitar concebir y cuando Fluke había descubierto que estaba embarazado, estaba de tres meses. Se había llevado una gran sorpresa, pero la reacción de Ohm había sido de inquietud y preocupación por su bienestar.

Por suerte, ninguno de sus temores se había hecho realidad durante aquel segundo embarazo. Apenas había sufrido náuseas y el nacimiento había sido sencillo. Feliz por haber aumentadola familia, Fluke se sentía aún más contento de que Nazir fuera un bebé tranquilo que dormía y comía a sus horas, y sonreía con dulzura a cualquiera.

Leila había sido de dormir poco y después de unas semanas de pasar las noches en blanco, habían contratado una niñera. Fluke no salía de su asombro por el hecho de que Lucia pudiera dormir tranquilamente a pesar de estar a escasos metros de su hermana. Pero, tal y como había descubierto, las gemelas eran muy diferentes.

Leila tenía toda una personalidad y ya se adivinaba que iba a ser extrovertida. Lucia, con su pelo cobrizo, era más calmada y se divertía imaginando juegos con sus muñecos, dejando que Leila la siguiera. Leila siempre estaba pendiente de su hermana mientras que Lucia era más independiente. Fluke disfrutaba mucho viendo cómo se formaban las diferentes personalidades.

En aquel momento, Lucia, la madre de Fluke, entró y tomó a Nazir de brazos de su hijo, lo acunó y le susurró bonitas palabras al bebé.

– Estoy convencida de que aunque hubiera un terremoto, este bebé no se daría cuenta – dijo alegremente. – Matt está muy contento del tratamiento con células madre, Fluke. Nunca podremos agradecer a Ohm lo suficiente por todo lo que está haciendo por él, aunque no suponga una mejora de su estado ni una cura milagrosa.

Fluke tragó saliva. Fue Ohm quien había sugerido recurrir a un tratamiento con células madre para la parálisis de su hermano pequeño. Su familia nunca hubiera podido costearlo. Matt acababa de pasar una serie de pruebas, que habían concluido con la posibilidad de participar en un tratamiento muy innovador.

Estaba casado con un hombre con un gran corazón, aunque se empeñara en ocultarlo. Dos años de matrimonio le habían hecho amar a su marido más profundamente. La felicidad que recibía de aquella relación era infinita.

Fluke vio cómo Ohm apartaba a Leila del borde de un estanque ornamental y la regañaba. La pequeña estalló en una rabieta y su padre permaneció imperturbable mientras Lucia contemplaba la escena chupándose el dedo pulgar.

Fluke echó a andar hacia ellos. De camino le dio un abrazo a su padre y le hizo un comentario a Matt acerca del último dispositivo tecnológico con el que estaba jugando. Luego saludó a los tíos de Ohm y se detuvo unos minutos a hablar con la pareja.

Cuando llegó junto a su familia, Leila seguía con su pataleta.

– Leila ...

La rabieta cesó al instante con su llegada, pero la pequeña salió corriendo enfadada. Ohm hizo una mueca y gruñó.

– Ya se le pasará – le dijo Fluke. – Es la consecuencia de tanta excitación y de que haya sido yo el que le ha elegido la ropa hoy.

– Es muy cabezota – dijo él frunciendo el ceño.

– Ya aprenderá a comportarse al igual que todos hemos aprendido – replicó Fluke. – Pero no le cuentes más historias de la reina guerrera que la precedió por si acaso le da ideas.

Entre risas, Ohm lo tomó por la cintura y lo llevó bajo uno de los arcos de la terraza.

– Estás espectacular con esa ropa – comentó. – El azul oscuro te sienta muy bien, va a juego con tus ojos.

Fluke se recostó en una columna de piedra, adoptando la pose de un verdadero rey y mirando con descaro a su marido. Luego se inclinó para acariciar con la punta de los dedos el torso musculoso de Ohm, bajo la camisa. Era incapaz de resistirse a su magnífico físico y estaba encantado de que fuera a ser suyo para siempre. Vio cómo sus bonitos ojos se iluminaban tan dorados como el sol y no pudo evitar esbozar una sonrisa pícara cuando cambió de postura para disimular su erección.

– Me casé con un pícaro descarado.

– Y ese descaro te gusta, Majestad – susurró y alzó la vista para dedicarle una mirada cargada de sentimiento.

– Ahora y siempre. Nunca olvidaré al virgen que me enseñó a no ser un aguafiestas de por vida.

Bajó la cabeza y le robó un beso ardiente.

– Te quiero – dijo Fluke entusiasmado y le apretó la mano. – Puede que seas rey, pero para mí, siempre serás el tipo del baño ...

Ohm sonrió.

– Ya veo que nunca vas a dejar que me olvide de nuestro primer encuentro.

– Eso me temo.

Fluke rio y se unieron a los festejos, para charlar y asegurarse de que sus invitados disfrutaran tanto como ellos pensaban disfrutar del resto de sus vidas.


FIN

Los planes del Rey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora