Capítulo 2

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– Rara vez me dices que un hombre está bueno – dijo Earth, preocupado. – ¿Estás seguro de que no corres peligro con él en ese apartamento? ¿No será un tipo sórdido?

– Desde luego que no. Creo que ni siquiera se ha dado cuenta de que soy una persona – replicó atropelladamente Fluke, con el teléfono sujeto contra el hombro mientras metía mantequilla y huevos en el carrito que empujaba el guardaespaldas. – Creo que estaba en el lugar y el momento adecuados cuando se ha dado cuenta de que necesitaba un cocinero, y ya sabes que me hace falta dinero.

– El dinero hace falta siempre, ¿no? – dijo Earth y suspiró. – Escucha, voy a volver a casa un par de días. Mamá tiene una infección y necesita ayuda con Matt. No es nada serio, pero ya sabes que le cuesta respirar y enseguida se cansa.

Fluke asintió mientras elegía una variedad de vegetales para hacer una ensalada.

– Dales un beso de mi parte – se despidió.

Luego se fue a buscar leche y café, además de azúcar y algunos otros condimentos al acordarse de que la cocina estaba completamente vacía. También se preguntó si debía comprar algo para la cena, pero decidió que no. Si era muy quisquilloso, y seguro que lo era, sería mejor que antes le dijera qué quería. ¿Quién no encargaba comida a domicilio? Nadie que él conociera.

Por otro lado, tampoco conocía a nadie que tuviera guardaespaldas. ¿A qué venía tanta seguridad?  Tal vez fuera comerciante de diamantes, un peligroso delincuente con muchos enemigos o un asesino a sueldo en una misión para un gobierno. Fluke se entretuvo con aquella idea mientras terminaba las compras, pendiente continuamente de la hora. El tiempo límite que Ohm le había dado se acercaba a toda velocidad.

Sintió alivio al ver que el guardaespaldas que lo acompañaba sacaba una tarjeta para pagar y al instante se dio cuenta de por qué lo había mandado con él . Fluke se sonrojó, avergonzado ante la idea de que no habría podido afrontar los gastos de esa semana porque había recortado sus turnos para hacer los exámenes finales. Una vez más, Earth se estaba haciendo cargo. Sus ingresos eran superiores y casi había acabado el doctorado. Aún así, a Fluke solo le quedaba un año más con su presupuesto de estudiante, aunque eso solo dependía de que consiguiera el título con una media aceptable.

No había ni rastro de Ohm cuando volvió al apartamento. Enseguida descubrió las deficiencias de un espacio de cocina al que nadie esperaba que se le diera uso. Una vez superadas las dificultades, cuando le puso el plato con la tortilla y un poco de ensalada frente a él, se sintió orgulloso de lo que había conseguido, aunque le pareció una cena escasa para un hombre de más de un metro ochenta de estatura.

– Deberías haber pedido una cena más contundente. Podía haber comprado patatas o arroz. Claro que a lo mejor vigilas tu alimentación para no ganar peso o limitas la ingesta de carbohidratos.

Mientras concluía sus especulaciones, sus ojos se encontraron y Fluke sintió como si un tridente lo atravesara. De repente el pecho se le cerró. No podía respirar y la boca se le había quedado seca. El corazón le latía desbocado.

– ¿Conoces a muchos hombres que controlen la ingesta de carbohidratos? – preguntó Ohm interesado. Hizo caso omiso del guardaespaldas que debía probar la comida antes que él y confió en que captara la indirecta de que pensaba saltarse aquella regla.

– Sí, los culturistas. ¡Pero si conozco hombres que usan más maquillaje que muchas adolescentes!

Ohm estaba muy entretenido con aquella conversación. Estaba acostumbrado a que la gente que se relacionaba con él hablara de temas más conservadores y aburridos con el propósito de no ofenderlo.

– Siéntate y charla conmigo mientras como – le dijo y sonrió.

Sorprendido por la sugerencia y llevado por aquella sonrisa que había iluminado su rostro, Fluke se sentía flotar.

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