𝗟𝗮 𝗺𝘂𝗲𝗿𝘁𝗲 𝗱𝗲 𝗲𝗹 𝗰𝗼𝗿𝗮𝘇𝗼́𝗻 𝗱𝗲 𝘂𝗻𝗮 𝗽𝘂𝘁𝗮.

6. ☆🏩

Mamá era perfecta.

Cualquiera que la conociera, seguro podría considerarla la mejor persona de toda su lista. Una mujer en todo el esplendor de la palabra, con un don casi que divino con los niños, de quienes parecía conocer absolutamente el más mínimo detalle. Personas en general se acercaban a ella nada más para preguntarle cosas tan triviales como porqué sus bebés lloraban por tanto tiempo, a una manera de convencer a sus niños de comer vegetales.

Blancanieves en vida real les daba sus consejos, entonces lo ponían a prueba y regresaban con noticias favorables, si no es que mágicas. En parte, ella sí sabía de lo que estaba hablando, después de todo, estudió tanto desde que era una niña que supongo sería razonable hablar con tal destreza sobre un tema tan... Complicado, supongo.

Ella misma les pedía a sus padres que la inscribieran a cursos de verano. Así lo hicieron desde cuarto grado, ese mismo año, conoció a papá como el cerebrito con cara bonita. Pensaron que nunca volverían a verse, sin embargo, ambos aplicaron para la misma universidad y desde ese entonces, nunca más volvieron a separarse.

Mamá estudió química apenas entró a primer grado de educación media superior, física en cuarto y un curso de ama de casa desde los nueve hasta los diecisiete años, cuando comenzó a trabajar en la escuela junto al resto de la familia, y poco tiempo después, su futuro esposo.

A comparación de muchos otros casos, papá fue aceptado de inmediato porque mamá siempre presumía que absolutamente nadie podía si quiera dignarse a poner en tela de juicio la gran admiración que papá tenía por ella, y viceversa, por supuesto.

Un hombre retrógrado, responsable, ambiguo, soso a mí parecer, aunque mantiene lo romántico e inteligente. Justo lo que mamá necesitaba para permanecer en su burbuja de alucinaciones en medio de nubes rosas rodeándola.

Eran tan perfectos que papá nunca pudo decirle " No " a mamá, cumpliendo cada capricho suyo por la satisfacción que le producía verla después, tan positiva, presumiendo al mundo que tenía al mejor esposo en todo el mundo.

Cuando papá le decía que parara, ella detendría lo que fuera que estuviera haciendo para obedecerle. Despertaba a las cinco de la mañana de lunes a viernes para arreglarse frente al gran espejo con marco color rosa pastel que cubría parte de la pared principal en la habitación que ellos dos tenían, después, preparaba el desayuno para papá, nos íbamos juntos, ellos a trabajar, yo a estudiar, tratando de ignorar el hecho de que mis padres me estaban viendo todo el tiempo.

Los sábados despertaba por ahí de las 7:00 AM para lavar a mano la ropa de papá antes de que él despertara, y los domingos, las mañanas eran adornadas por el olor a galletas, pancakes, pasteles, cupcakes, crepas o helado casero que ella le preparaba. Mis favoritos eran los brownies, pero a veces les ponía café y no me dejaba tomar alguno de ellos porque, en realidad, probé la cafeína hasta los catorce años, algo un poco ridículo si consideramos que ese mismo año probé mi primera línea de aspirinas con piedra.

El matrimonio perfecto se vio algo conflictuado por un extraño problema, extraño porque es de esos que piensas " Pues lo resuelvo cuando ya esté ahí, de todas formas, no creo llegar ". Ellos sí se tenían esperanza, pero pasaron años siendo novios, después otros como prometidos, hasta que finalmente se casaron.

Todos creían que el anuncio llegaría, sin embargo, fue una decepción observar el abdomen de mamá tan plano como siempre, y a papá demasiado tranquilo como para estar ocultando algo así.

Isabella quería niños, muchos, el problema era que Javier ya estaba, por así decirlo, fastidiado de ellos.

Es razonable, ella creció viendo a su familia actuar como la Familia Real Británica, él tenía padres unidos, pero nunca tanto como la secta que mi familia había formado para eso entonces.