01 | whispers of obsidian and diamonds

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01. SUSURROS DE OBSIDIANA¹ Y DIAMANTES

El mar estaba agitado y las olas se estrellaban contra el navío de la Casa Cygnet, como si el propio mar quisiera impedir su avance hacia el bastión ancestral de los Targaryen. En la proa, derecha como una estatua viviente, se encontraba Alyria Cygnet. Sus ojos, del color del acero bruñido, veían ansiosamente las costas escarpadas de Dragonstone, mientras el viento marino jugaba caprichosamente con sus rizos rojizos. La fortaleza se alzaba ante ella, imponente y misteriosa, sus torres de obsidiana pulida parecían rasgar el manto gris del cielo. Alyria sintió que el aliento se le congelaba en la garganta ante tal visión de poder. Cada piedra, cada almena, parecía susurrar secretos de épocas pasadas, de conquistas y dragones, de fuego y sangre.

El reino entero se estremecía bajo el peso de la incertidumbre. La muerte del rey Viserys I había dejado tras de sí un vacío que amenazaba con devorar a los Siete Reinos. El trono, ese cruel amante de oro y poder, pendía ahora sobre dos cabezas: la del recién coronado Aegon II en King's Landing, y la de la princesa Rhaenyra, quien desde su fortaleza clamaba por su derecho de nacimiento. En medio de este torbellino de ambiciones y lealtades divididas, la Casa Cygnet se balanceaba, como pluma en el ojo de un huracán.

— Mi Lady—la voz de Ser Harlan, capitán de su guardia personal, rasgó el velo de sus pensamientos— El puerto se acerca. Debe prepararse para el desembarco—.

Alyria asintió con gracia , irguiéndose aún más si podía. El peso de su misión, encomendada por su padre, Lord Leto Cygnet, pesaba sobre sus hombros como una capa de plomo. Debía asegurar la posición de su casa en el tablero de este juego mortal, sin comprometer plenamente su lealtad a ningún bando. Una danza sobre el filo de una espada que requeriría toda la astucia de su mente aguda y toda la dulzura de su lengua plateada.
El navío se deslizó cual cisne negro sobre las aguas turbulentas del puerto. Alyria observó el frenesí que reinaba en los muelles, donde soldados con armaduras relucientes se mezclaban con sirvientes atareados y mercaderes ansiosos.

En lo alto, las siluetas majestuosas de los dragones surcaban el cielo, sus alas extendidas proyectando sombras fugaces sobre la tierra. Eran un recordatorio constante del poder que residía en esta isla, y de la guerra que se avecinaba, irremediable como la marea. Un grupo de guardias de capa blanca se aproximó con paso firme hacia la nave recién atracada. El que parecía ser el líder, un hombre de mirada penetrante, alzó la voz por encima del clamor del puerto:

— Lady Alyria de la Casa Cygnet—proclamó con voz resonante— La reina Rhaenyra aguarda su presencia en el salón del trono de piedra —.

Alyria descendió del barco con la fluidez de un arroyo de montaña, con su vestido de seda azul y plata ondeando cual estandarte en la brisa marina y teniendo sus ojos como dos pozos insondables de misterio y determinación, se posaron sobre el guardia.

cruel summer, j. velaryonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora