Capítulo tres

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Violeta

Martin se presenta en mi casa esa misma noche.

Hace menos de media hora que he llegado de trabajar, Mía está sentada en el sofá, ya con el pijama puesto y su botellita con leche entre las manos.

—¿Cómo está mi mejor amiga del mundo mundial? —pregunta cuando le abro la puerta.

—He hablado con Chiara —suelto así sin más. Es casi como si necesitara decirlo para seguir con el rumbo de mi vida.

Martin se queda pasmado, todavía bajo el umbral con medio cuerpo fuera, y con los ojos y la boca abiertos de par en par.

—¿Chiara... Tu Chiara? —pregunta totalmente atónito.

—Sí.

—¿Chiara la de siempre?

—Sí, Martin. Chiara la de siempre —digo, y me doy la vuelta porque no soy capaz de seguir con esta conversación.

Chiara la de siempre. Chiara tu Chiara. Tengo claro que voy a soñar con estas palabras.

—¿Por qué? — pregunta mientras me sigue hacia la cocina.

—Mía ha tenido un problema con un niño de su cole, y resulta que es su profesora de música —comento con una normalidad fingida.

—¿No lo sabías? —pregunta mientras se sienta en una silla y me roba un trozo de queso del plato.

—No, ¿tú sí?

Hace un ruido con la garganta de afirmación antes de tragar.

—Me lo dijo Juanjo.

—¿Siguen siendo amigos?

—Claro. Se ven casi todos los días.

Asiento con la cabeza, sin saber qué decir, y me doy la vuelta para seguir cortando queso.

—Vio... no puedes enfadarte. Nosotros seguimos siendo amigos, igual que ellos... —dice con la voz pequeñita, sin mirarle, sé que está poniendo sus típicos ojos de cervatillo.

—No estoy enfadada, Martin —digo.

Veo de reojo cómo se muerde el labio inferior.

—Bueno, ¿Cómo está Mía?

Agradezco el cambio de conversación, y me vuelvo a acercar a él para dejar el plato con queso, nueces y membrillo que he estado preparando. Él sonríe en mi dirección antes de atacar la comida.

—Bien... Creo. No lo sé, Martin. No quiere contarme lo que ha pasado —murmuro con la vista clavada en la mesa de cristal.

Martin vuelve a sorprenderse, a la par que pone su mano sobre la mía.

—Igual le da vergüenza...

—Tiene cinco años, Martin. ¿Cómo le va a dar vergüenza?

—¿Quieres que intente hablar con ella?

Me encojo de hombros, y él me deja un apretón en la mano antes de caminar al salón.

—¡Tintin! —escucho la diminuta voz desde el salón, y no puedo evitar sonreír al imaginar su cara de felicidad.

—¿Cómo estás, peque? —es lo último que escucho antes de que sus voces se pierdan debido a la distancia y al ruido de la televisión.

Me quedo estática en mi sitio, con la mirada clavada en la pantalla de mi móvil esperando algo que sé que no va a llegar.

Algo que llevaba cerrado bajo llave hasta hace pocas horas.

Chiara

—¿Crees que va a querer hablar las cosas? —me pregunta Juanjo.

Me encojo de hombros, tirada en el sofá, con las piernas encima de las suyas y las manos en los ojos.

—No lo sé... El otro día casi ni me miraba a los ojos.

—Porque estaba agobiada con lo de su hija...—tantea.

—Porque me odia.

—No te odia Kiks—dice dándome un leve apretón en la pierna.

Yo me incorporo en el sofá para mirarlo directamente a los ojos.

—Juanjo, la dejé sin darle ningún tipo de explicación. Le rompí el corazón y cuando me enteré de todo lo que le había pasado ni siquiera fui capaz de enviarle un mensaje. No me merezco siquiera que haya aceptado quedar conmigo.

—No digas eso, Chiara.

—Es verdad, fui una gilipollas con ella. Me fui sin decir nada.

—Estabas buscando la felicidad. Tuviste tus razones para hacer lo que hiciste.

—Mi felicidad era ella, Juanjo.

Digo, con los puños apretados y un nudo en la garganta que casi no me permite coger aire. Él me mira, y no dice nada más. Porque no hace falta decir nada más, porque todo fue mi culpa y no puedo hacer nada para remediarlo.

Esa misma noche, cuando me meto bajo las sábanas, mi cerebro piensa en ella y mi corazón grita su nombre.


Feliz lunes ;)
La semana que viene (o antes) más y mejor 🌟
-Irati

Besos en la nariz - KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora