Capítulo nueve

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Violeta

—Hola, mejor amiga —canturrea Martin mientras se acerca a la barra —. ¿Te he dicho alguna vez lo bien que te queda ese delantal verde?

No puedo evitar reírme ante su pregunta, y ante los ojos de cervatillo que pone siempre que quiere algo.

—A ver, qué quieres...

Él sonríe, y yo cojo un vaso y apunto su nombre, consciente de lo que me va a pedir.

—Invítame a un café, por favor me he dejado la cartera y necesito cafeína.

Niego con la cabeza mientras escondo una sonrisa, pero igualmente le paso la orden a Alex para que vaya preparando el café favorito de Martin.

—Eres de lo que no hay, a este paso voy a cobrar tres céntimos a final de mes — él suelta una carcajada ante mi comentario, que por suerte no molesta a las dos personas que hay sentadas —. ¿Te quedas aquí o te lo pongo para llevar?

—Me quedo aquí, quiero charlar contigo.

Asiento con la cabeza, y miro a Alex.

—Solo te cubro media hora, pelirroja —dice con algo de gracia sin necesidad de que se lo pida.

—Eres el mejor.

Él se ríe y se acerca a atender a una señora.

Me siento en frente de Martin en la mesa que ha escogido, y espero a que le de un sorbo al café.

—¿De qué quieres hablar?

—¿Qué tal con Chiara?

No puedo evitar sobresaltarme al escuchar su nombre. Algo en mi cerebro todavía se mantiene en alerta por si acaso.

—Vaya, qué directo.

—Es que ya no me cuentas nada. Me tienes desatendido como mejor amigo —dramatiza llevándose una mano al pecho.

—No es mi culpa que estés TAN ocupado con tu novio que no puedas venir a verme...

Martin se ríe, tan lleno de alegría y felicidad como siempre, y le da otro sorbo a su café con caramelo.

—Bueno, ¿me lo vas a contar o qué? —pregunta, y yo le cuento lo mismo que le conté a Denna.

Martin me escucha atento, soltando ruiditos adorables de vez en cuando, y emocionándose cuando le cuento sobre las caricias y los abrazos.

—Eso es genial, Vivs.

—¿Tú crees? —pregunto sin poder evitarlo.

—Claro que sí, ¿tú no?

—No lo sé... Todavía me da miedo, Martin.

Extiende la mano por encima de la mesa hasta toparse con la mía, y me deja un caricia cerca del anillo.

—Sé que estás asustada, pero no te cierres a querer, Vivs.

—No quiero volver a perderla —me sincero —. Pero tengo miedo de que vuelva a hacerme daño.

—Y ella a ti tampoco quiere perderte. No la eches de tu vida, Vio.

Me llevo las manos a la cara mientras suelto un suspiro frustrado. Nos quedamos unos segundos en completo silencio, con la única compañía del ruido de las cafeteras y de la voz de Alex que atiende sonriente a los clientes que entran con prisa y se van de la misma forma.

—¿Te acuerdas del día que os visteis cuando volvió a Barcelona? —pregunta. Yo separo las manos en un gesto brusco y lo miro con el ceño fruncido.

Besos en la nariz - KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora