Prólogo

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Violeta

Camino con prisa por las calles de Barcelona.
La lluvia cae con fuerza sobre el plástico transparente del paraguas que me regaló mi madre por mi cumpleaños, el jersey morado que he elegido ponerme debajo de la chaqueta no me abriga en absoluto, y el coche se me estropeó hace varios días, por lo que tengo que moverme andando casi de una punta a otra de la ciudad.
Entro en el colegio con el tiempo pisándome los talones, con el corazón en la garganta debido a la velocidad de mis pasos y el paraguas chorreando agua por donde me muevo.
Dejo caer la mano dos veces sobre la puerta de roble, y cuando escucho una voz femenina, entro a la sala. Sentada en una de las enormes sillas de cuero negras, está sentada mi hija, con las rodillas raspadas y los ojitos llenos de lágrimas.
—Mi amor —susurro con el corazón encogido antes de agacharme y envolver mis brazos alrededor de su pequeño cuerpo.
Tiene las medias rotas, la falda mojada de lluvia y barro y las mejillas sonrojadas por haber estado llorando.
La arropo entre mis brazos, y ella deja caer su cabecita en el hueco de mi cuello, a la par que me pongo de pie, sosteniendola bien para que no se caiga.
Cuando levanto la cabeza para mirar a la profesora que se ha puesto en contacto conmigo, siento cómo se me congela toda la sangre del cuerpo.
Detrás del escritorio, sentada en una silla igual que las otras dos, está ella. Tan bonita y enigmática como siempre.
—Chiara... —susurro con un hilo de voz.    
Sus ojos verdes vuelan hasta los míos, y casi puedo adivinar lo que está pensando. Hace años hubiera podido hacerlo.
—Violeta —susurra, y yo me siento igual que cuando tenía veinte años. Tan contenta. Tan perdida.

Besos en la nariz - KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora