Las cosas no podían haber salido peor.
Filch los llevo al despacho de la profesora McGonagall, en el primer piso, donde se sentaron a esperar, sin decir una palabra. Daella no podía imaginar como se iban a librar del problema aquella vez. Estaban atrapados. ¿Cómo podían haber sido tan estúpidos para olvidar la capa? No había razón en el mundo para que la profesora McGonagall aceptará que habían estado vagando durante la noche, para no mencionar la torre más alta de Astronomía, que estaba prohibida, salvo para las clases. Si añadía a todo eso Norberto y la capa invisible, ya podían empezar a hacer las maletas.
¿Daella pensaba que las cosas no podían estar peor? Estaba equivocada. Cuando la profesora McGonagall apareció, llevaba a Neville.
— ¡Daella!— Estalló Neville en cuanto los vio.— Estaba tratando de encontrarte para prevenirte, oí que Malfoy decía que iba a atraparte, dijo que tenías un drag...
Daella y Harry negaron violentamente con la cabeza para que Neville no hablará más, pero la profesora McGonagall los vio. Los miró como el echara fuego igual que Norberto y se irguio, amenazadora, sobre los tres.
— Nunca lo habría creido de ninguno de vosotros. El señor Filch dice que estabais en la torre de Astronomía. Es la una de la mañana. Quiero una explicación.
Esa fue la primera vez que Daella no pudo contestar a una pregunta de un profesor. Miraba fijamente el suelo, mientras movía sus manos, signo de lo nerviosa que estaba.
— Creo que tengo idea de lo que sucedió.— Dijo la profesora McGonagall.— No hace falta ser un genio para descubrirlo. Os inventasteis una historia sobre un dragón para que Draco Malfoy saliera de la cama y se metiera en líos. Os he atrapado. Supongo que os habrá parecido divertido que Longbottom oyera la historia y también la creyera, ¿no?
Daella captó la mirada de Neville y trato de decirle, sin palabras, que aquello no era verdad, porque Nevilld parecía asombrado y herido. Pobre Neville, Daella sabía lo que debía de haberle costado buscarlos en la oscuridad, para prevenirlos.
— Estoy disgustada.— Dijo la profesora McGonagall.— Cuatro alumnos fuera de la cama en una noche. ¡Nunca he oído una cosa así! Tu, Daella Targaryen, pensé que tenías más sentido común y responsabilidad. Y tu, Harry Potter... Creía que Gryffindor significaba más para ti. Los tres sufrireis castigos... Si, tu también, Longbottom, nada te da derecho a dar vueltas por el colegio durante la noche, en especial en estos días: es muy peligroso y se os descontarán cincuenta puntos de Gryffindor.
— ¿Cincuenta?— Resoplo Daella. Iban a perder el primer puesto, lo que habían ganado en el último partido de quidditch.
— Cincuenta puntos cada uno.— Dijo la profesora McGonagall, resoplando a través de su nariz puntiaguda.
— Profesora... por favor...
— Usted, usted no...
— No me digas lo que puedo o no puedo hacer, Harry Potter. Ahora, volved a la cama, todos. Nunca me he sentido tan avergonzada de alumnos de Gryffindor.
Ciento cincuenta puntos perdidos. Eso situaba a Gryffindor en el último lugar. En una noche, habían acabado con cualquier posibilidad de que Gryffindor ganará la copa de la casa. Daella sentía como si le retorcieran el estómago. El cual se le retorcio más cuando, mientras los tres Gryffindors se dirigían a la salida, la profesora McGonagall volvió a hablar.
— Targaryen, quédate.
Los tres niños se giraron y vieron a la profesora mirando a Daella. Harry y Neville miraron a Daella, la cual estaba empezando a temblar de los nervios. Harry se despidió de ella y, junto con Neville, se dirigieron a sus habitaciones.
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𝐃𝐀𝐄𝐋𝐋𝐀 𝐓𝐀𝐑𝐆𝐀𝐑𝐘𝐄𝐍 𝐘 𝐋𝐀 𝐏𝐈𝐄𝐃𝐑𝐀 𝐅𝐈𝐋𝐎𝐒𝐎𝐅𝐀𝐋
Fanfiction' 𝘓𝘰𝘤𝘶𝘳𝘢 𝘺 𝘨𝘳𝘢𝘯𝘥𝘦𝘻𝘢 𝘴𝘰𝘯 𝘥𝘰𝘴 𝘤𝘢𝘳𝘢𝘴 𝘥𝘦 𝘭𝘢 𝘮𝘪𝘴𝘮𝘢 𝘮𝘰𝘯𝘦𝘥𝘢. 𝘊𝘢𝘥𝘢 𝘷𝘦𝘻 𝘲𝘶𝘦 𝘶𝘯 𝘛𝘢𝘳𝘨𝘢𝘳𝘺𝘦𝘯 𝘯𝘢𝘤𝘦, 𝘭𝘰𝘴 𝘥𝘪𝘰𝘴𝘦𝘴 𝘭𝘢𝘯𝘻𝘢𝘯 𝘶𝘯𝘢 𝘮𝘰𝘯𝘦𝘥𝘢 𝘢𝘭 𝘢𝘪𝘳𝘦 𝘺 𝘦𝘭 𝘮𝘶𝘯𝘥𝘰 𝘢𝘨𝘶𝘢𝘯�...