El sol portugués brillaba suavemente sobre el jardín decorado con elegancia, donde se celebraría la boda. Los invitados comenzaban a tomar asiento en las hileras de sillas de madera, adornadas con delicadas cintas y flores frescas que emanaban un suave aroma a primavera. A medida que la música instrumental llenaba el aire, una mezcla de nerviosismo y emoción se palpaba en el ambiente.Los familiares y amigos cercanos ocupaban los primeros asientos, sus rostros iluminados por sonrisas y lágrimas contenidas. Los murmullos y risas suaves se entremezclaban mientras todos esperaban con ansias la llegada de los novios. El maestro de ceremonias, vestido con un elegante traje, se posicionó al frente, revisando una última vez sus notas con una sonrisa serena.
El novio, Rodrigo, vestido con un traje impecable, apareció primero, caminando con pasos firmes pero visiblemente emocionado. Se situó en el altar, lanzando miradas nerviosas pero llenas de amor hacia el final del pasillo. Pronto fueron entrando las damas de honor, quienes llevaban un vestido rosa palo de satén a petición de Eva, y se iban situando en hilera a un lado del altar. Yo fui la última en entrar y no me atreví a mirar las caras de nadie del público hasta que no me situé la primera de todas las damas de honor.
El murmullo de los invitados cesó cuando la música cambió, señalando la llegada de la novia. Eva apareció radiante, envuelta en un vestido de novia que parecía hecho de sueños. Sostenía un ramo de flores blancas y caminaba del brazo de su padre, avanzando lentamente hacia el altar. Sus ojos se encontraron con los de Rodrigo, y en ese momento, todo el mundo alrededor pareció desvanecerse, dejando solo a los dos en su propio universo.Al llegar al altar, Eva tomó la mano de Rodrigo, y ambos se miraron con una mezcla de alegría y amor puro. El maestro de ceremonias comenzó a hablar, sus palabras resonando con solemnidad y esperanza, recordándoles a todos la belleza y el compromiso del amor verdadero.
Los votos intercambiados fueron sinceros y emotivos, cada palabra cargada de promesas y sueños compartidos. Eva y Rodrigo se miraban a los ojos, sus manos entrelazadas, como si en ese instante solo existieran ellos dos en el mundo. Yo no pude evitar soltar alguna lágrima de emoción. Me sentía super feliz por Eva, se merecía lo mejor de este mundo y tenía la certeza que Rodrigo sería el hombre que la haría la mujer más feliz del mundo.
Finalmente, el maestro de ceremonias pronunció las palabras que todos esperaban: "Ahora, puede besar a la novia." En ese momento, Eva y Rodrigo se inclinaron el uno hacia el otro, sellando su amor con un beso tierno y apasionado. Los aplausos y vítores de los invitados estallaron en el aire, celebrando la unión de dos almas destinadas a estar juntas.
Ahora me encontraba con Eva en una habitación, junto a las otras damas de honor, quien se estaba cambiando de vestido por uno más sencillo, aunque igualmente elegante, para la recepción y la cena. "Ha estado precioso Eva. Todos tenían los ojos llorosos de emoción al veros a los dos ahí tan enamorados" dije mientras me sentaba en el borde de la cama.
"No hablaras por tí ¿no?" Eva me miró con una sonrisa juguetona.
"¿Yo? Qué va, si tu sabes que yo no lloro. Se me habría metido algo en el ojo. El polen, seguramente." Eva, junto a las otras damas de honor se rieron y yo me encogí de hombros sin darle mucha importancia.
"Ay, Alex... No puedo esperar el día en el que tu seas la que vaya de blanco." De todas las que estábamos en la habitación yo era la única que no tenía pareja. A lo largo de mi vida, he descubierto que el amor y las relaciones no son mi fuerte. A pesar de mis mejores esfuerzos, parece que siempre me encuentro tropezando en el camino del romance. Mis intentos, aunque sinceros, suelen terminar en desilusiones, lo que me ha llevado a aceptar que quizás no soy hábil en el arte de amar.
"Pues esperate sentada porque esto va para largo..." Eva resopló y se sentó a mi lado mientras se acababa de poner los pendientes.
"Bueno quien sabe, a lo mejor hoy encuentras a otro solterón y resulta que es el amor de tu vida." Le eché una mirada de tu flipas y ella se rió. "Bueno ya sabes lo que dicen, en las bodas surge el amor..." Yo rode los ojos ante eso.
Y con eso bajamos hacia el jardín donde estaban todas las mesas preparadas para la cena. Yo le daba vueltas a lo que me había dicho Eva y no podía evitar pensar si algún día vestiría de blanco y me casaría con alguien a quien realmente quiera de verdad. Sacudí la cabeza y me deshice de esos pensamientos, hoy no era día de estar pensativa ni disociada de la realidad. Hoy era el día de mi mejor amiga así que tenía que estar de buen humor.
Me tocó en una mesa con gente a quien había visto alguna que otra vez pero con quien nunca había mantenido una conversación. Estuve conversando cordialmente hasta que acabó la cena y llegó el momento del baile de los novios. Justo después el ambiente ya se empezó a animar y la gente salía a bailar, la música ya era otra más marchosa y la combinación de eso más las copas de más que llevaba la gente encima en un abrir y cerrar de ojos se montó una fiesta en la pista de baile de la cual no fuí participe.
Me vino un deja vu cuando me ví sentada con una copa de champán en las manos y sentada en una mesa yo sola. En ese momento el chico de ojos marrones del otro día me vino a la mente y me pregunté qué sería de él en ese momento. Me había llamado la atención, no podía negarlo. Sumergida en mis pensamientos no noté como alguien tomaba asiento justo a mi lado hasta que una suave voz con un marcado acento portugués me sacó de mis pensamientos. "En algún momento tendremos que dejar de encontrarnos así." Mi vista fugazmente se levantó de la copa a los ojos de quien se había sentado a mi lado y allí estaban esos ojos marrones que tanta intriga me habían causado estas últimas horas. Yo me quedé muda, no sabía qué decir.
Él me regaló la misma sonrisa torcida de ayer, la única diferencia es que hoy la sonrisa sí que le llegó a la mirada y estiró la mano hacia delante para que yo se le estrechara, cosa que hice, aún sin decir nada. "Soy João, encantado."
"Alex, bueno, Alexandra pero puedes llamarme Alex." El tacto de sus manos era suave y podía oler su colonia desde donde estaba sentada. Madre mía qué bien huele. Basta.
"Qué bonito nombre. No eres de por aquí, ¿no?" Preguntó y yo negué.
"No, no. Soy de Barcelona pero he venido aquí por Eva, la novia."
"Sí, ya he visto que eras la dama de honor." Notaba sus ojos por todo mi cuerpo, no se cortaba un pelo y la verdad no me importaba nada que mirara, me estaba gustando de hecho. "Me encanta tu vestido, ese color te favorece."
"¿Ah, sí?" Pregunté de manera juguetona y desafiante, sin apartar la mirada de la suya, a lo que él respondió con un 'mhm' acompañado de un movimiento de cabeza y se pasó la lengua por los labios, humedeciendolos, acto que no me pasó desapercibido. El corazón se me había acelerado un poco pero me estaba encantando este juego, así que no paré ahí. "Pues resulta que es el mismo que llevamos todas las damas de honor."
Él no tardó ni un segundo en contestar, como si lo tuviera ensayado, "No se como les quedará a ellas pero estoy seguro que no tan bien como a tí."
Ante eso yo me reí, apoyándome en su brazo inconscientemente, y él también pareció encontrar graciosa la situación así que se rió conmigo, posando su mano sobre la que yo tenía en su brazo, hasta que ya nos dolía la barriga. No sabía bien de qué nos reíamos pero podrían ser desde las dos o tres copas de champán que me había tomado durante la cena, hasta los nervios y mariposas que tenía en el estómago.Cuando ya nos tranquilizamos retomamos la conversación. Estuvimos hablando un poco de todo durante un buen rato hasta que vino Silvia, una de las damas de honor, a buscarme porque Eva me necesitaba. Así que me despedí de João, quien se quedó ahí sentado, y me fuí a ver qué le pasaba a mi mejor amiga.
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Segundo capitulooo!!
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Tu mirada | João Félix
أدب الهواةfem OC x João Félix Todo empezó con una boda, una coincidencia, una simple mirada... En el corazón vibrante de Portugal, un país donde las historias de amor parecen florecer en cada esquina empedrada, el destino entrelazó las vidas de dos almas que...