VI. CENA

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La cena continuó con una mezcla de conversación animada y deliciosos platos preparados por Eva y Rodrigo. Sin embargo, para mí, todo se sentía un poco irreal, como si estuviera en una burbuja aparte del resto del mundo.

Cada vez que nuestras miradas se cruzaban, sentía un cosquilleo extraño. No podía evitar mirarlo de reojo mientras conversaba con los otros invitados, preguntándome cómo era posible que el destino nos hubiera reunido de nuevo. Traté de concentrarme en las charlas y risas alrededor de la mesa, pero mi mente siempre volvía a él.

La comida fue un desfile de sabores, cada plato más delicioso que el anterior. Rodrigo y Eva eran excelentes anfitriones, manteniendo a todos entretenidos y cómodos. Pero a pesar de la calidez y la camaradería en el aire, había una tensión subyacente entre João y yo, una electricidad que parecía pasar desapercibida para los demás.

Mientras avanzábamos hacia los postres, noté que João estaba más callado. Sus ojos seguían buscando los míos, pero había una distancia en su mirada que no entendía del todo. Cuando Eva trajo una bandeja de pastelitos y frutas, la atmósfera de la cena se volvió aún más relajada y festiva. Los invitados comenzaron a levantarse de la mesa, moviéndose por la sala con sus platos de postre, riendo y charlando en pequeños grupos.

Me levanté y, sin decir nada, me dirigí al balcón. Necesitaba un momento para aclarar mis pensamientos, para respirar el aire fresco de la noche y tratar de procesar la avalancha de emociones que sentía. El balcón ofrecía una vista impresionante de la ciudad, con sus luces parpadeantes y el murmullo distante del tráfico. Me apoyé en la barandilla, mirando el horizonte, y dejé que la brisa nocturna acariciara mi rostro.

Unos minutos después, oí la puerta del balcón abrirse con cuidado. Me volví y vi a João, que se acercaba con una expresión indecisa.

"¿Puedo unirme?" preguntó, con una mezcla de timidez y curiosidad en su voz.

Asentí, sin apartar la mirada del horizonte.

"Claro" respondí suavemente.

João se acercó y se apoyó en la barandilla junto a mí, ambos mirando hacia la ciudad sin hablar durante un momento. El silencio entre nosotros no era incómodo; al contrario, estaba cargado de significado, de todas las palabras no dichas y las emociones contenidas.

Finalmente, fue João quien rompió el silencio.

"No puedo creer que estemos aquí, en Barcelona" dijo, girando la cabeza para mirarme. "No puedo creer que te haya encontrado de nuevo."

Sonreí ligeramente, sintiendo un cosquilleo en el estómago.

"Yo tampoco. Pensé que... bueno, pensé que esa noche en Lisboa sería la última vez que te vería."

"Lo sé" respondió João, su voz suave y sincera. "¿Suena raro si digo que he estado pensado mucho en esa noche, en lo que no hicimos, en lo que no dijimos?"

Lo miré, mis ojos brillando en la penumbra.

"Para nada. De hecho yo también he pensado mucho en esa noche. Siento que algo quedó a medias." Dije tranquila. "Tal vez simplemente estamos destinados a cruzarnos de vez en cuando, para recordarnos lo que pudo haber sido." Esta conversación en cualquier otra situación me hubiese parecido de lo más incómoda, pero con él todo era como más fácil aunque solo le conociera de una noche.

João frunció el ceño, como si estuviera considerando mis palabras.

"O para darnos cuenta de lo que aún puede ser" contestó, su voz baja y seria.

Nuestros ojos se encontraron de nuevo, y el mundo pareció detenerse por un momento. Sentí una conexión profunda, un entendimiento silencioso que no necesitaba palabras. Había algo en su mirada que me hacía sentir segura y al mismo tiempo, completamente vulnerable.

Tu mirada | João FélixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora