Desde el momento en que YeonHee se mudó a Busan, experimentó la presencia de un ser desconocido en sus sueños. Aquella persona que comenzó a aparecer desde el primer día, se ganó su cariño y confianza, y también robó parte de su corazón.
En medio d...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La gran noticia...
El silencio del lugar era abrumador. Jiguk podía escuchar únicamente los sollozos de su amiga, YeonHee, acurrucada en un rincón de la habitación. No sabía cómo actuar en una situación así; los libros que había leído describían la tristeza, pero jamás le enseñaron cómo lidiar con ella. Una opresiva sensación de impotencia se apoderó de él.
Esperó pacientemente, anhelando que ella dijera algo, cualquier cosa. Los minutos transcurrían lentamente, como si el tiempo mismo hubiese perdido su sentido. Con pasos cautelosos y medidos, Jiguk se acercó. Temía que cualquier movimiento brusco pudiera sobresaltar a YeonHee, cuya sensibilidad probablemente estaba al límite. Cuando estuvo a una distancia prudente, decidió llamarla con una voz más suave de lo que alguna vez había utilizado.
—YeonHee...
El sonido de su nombre en los labios de Jiguk era cálido, casi reconfortante. Antes de que pudiera reaccionar, sintió el cuerpo de YeonHee aferrarse a él en un abrazo repentino, desesperado. No había palabras, solo el eco de su llanto sofocado.
Jiguk permaneció inmóvil, desconcertado. Sus brazos colgaban en el aire, inseguros. Finalmente, tras un breve momento, dejó que sus manos cayeran lentamente sobre la espalda de YeonHee, rozando la suave tela de su abrigo. Un leve temblor recorrió su cuerpo, mientras él comenzaba a frotar su espalda con movimientos delicados, como si cada caricia pudiera disipar la tristeza que ella cargaba.
Permanecieron así, en un abrazo largo y silencioso, como si el tiempo se hubiera detenido. Pero justo cuando Jiguk pensó en alejarse, la escuchó murmurar una palabra, una palabra que, aunque fue breve, lo atravesó como un cuchillo.
—Soobin...
El nombre salió con un suspiro entrecortado, desmoronando la burbuja de paz momentánea que habían creado. Un dolor sordo se instaló en el pecho de Jiguk, tan débil como una brasa, pero lo suficientemente fuerte para no ignorarlo. Soobin... ¿Qué lugar tenía él en el corazón de YeonHee en este instante?
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
