capitulo 1

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Capitulo uno

  Escuché los huesos romperse cuando golpeaban a mi hermano, lo estaban moliendo a golpes por intentar protegerme

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  Escuché los huesos romperse cuando golpeaban a mi hermano, lo estaban moliendo a golpes por intentar protegerme.

Mi hermano y yo fuimos vendido por nuestro padres. Y quien nos compró terminó llevándonos a un barco junto a otros 20 niños, dejándonos ahí, con un grupo de hombres a quienes les indicó llevarnos a un submarino. 

Mi hermano Dixon me sostenía de la mano, observando con cautela a nuestro alrededor. Desconfiando de cada uno de aquellos individuos que se encargaban de nuestro cuidado. Y una vez nos alejamos de la costa, aquellos hombres empezaron a amenazarnos con lanzarnos al agua si no hacíamos lo que ellos dijeran.

Estábamos todos sentados en una pequeña parte del barco, apuñados como animales, con el frío y el miedo haciéndonos temblar. Mi hermano me abrazó con fuerza ocultándome de la vista de aquellos hombres. El olor  acre del mar, empezaba a notarse. El cielo estaba nublado, y las olas golpeaban la nave con fuerza.

Sostuve la ropa de mi hermano, como si de eso dependiera mi vida en cuanto uno de los hombres, con barba descuidada, agarró a una de las niñas por el cabello y la arrastró hasta el interior de la cabina, mientras ella gritaba con desesperación. Dixon me cubría la cara con su mano, pero aún así, pude ver lo que sucedió por un espacio entre sus dedos.

Los niños lloraban asustados. Mi respiración empezaba a agitarse, y un dolor amargo presionaba mi pecho. Estuve a punto de empezar a llorar, pero los latidos fuertes en el pecho de mi hermano, me distrajeron por unos segundos. Hasta que una voz ronca y fuerte me hizo dar un respingo:

—¡Diablo! No hay una cosa más irritable que los gritos de un maldito niño —, espetó uno de los hombres al mismo tiempo en que tomaba a un niño por los brazos y lo lanzaba al agua—¡Al que yo escuche gimoteando, será el siguiente! —amenazó, haciendo que dejaran incluso de respirar con fuerza, para evitar hacer ruido.

Me temblaban las manos. La niña a la que se habían llevado a la cabina, ya no gritaba, pero uno de los hombres salió acomodándose el pantalón viejo y sucio.

No podía ver el rostro de mi hermano, pero por lo rápido que latía su corazón, entendí que estaba asustado.

En total, habían cuatro  hombres. Uno, iba dirigiendo el barco, y los otros tres, jugaban cartas y bebían alcohol. Hacían chistes y reían.

Habían pasado varias horas, y la tarde empezaba a caer aún con el cielo nublado. Dos de los hombres se habían quedado dormidos, mientras que el otro, estaba ebrio pero no tanto. Nos miraba curioso a mi hermano y a mí. Luego nos señaló, y con una sonrisa juguetona, en un tono de burla, dijo:

—Déjame ver, ¿qué es lo que escondes?

Pero Dixon lo ignoró. Y eso no le gustó para nada al hombre. Así que su expresión cambió a enojo, y tambaleando, caminó en nuestra dirección. Yo podía verlo por los espacios entre los dedos de mi hermano, quien esa vez, agachó la cabeza para ocultarme por completo. Sentí miedo. Él hombre, se metió entre los  niños sin cuidado. Y con fuerza, empezó a jalarme del brazo. Dixon, apenas tenía 12 años, su fuerza no podía compararse con la él.

El castillo de BlakeWhere stories live. Discover now