Capitulo 7

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Que la inmortalidad de algunos sea el pan de cada día de otros

Que la inmortalidad de algunos sea el pan de cada día de otros

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—Ella es la maestra Alinoshka. Los dejare para que se conozcan y volveré en dos horas para el desayuno —, comunicó Luci y luego se fue.

—¡Espaldas derechas y pies juntos! —, ordenó la maestra.

Todos tratamos de hacer lo que ella nos pedía.

El entrenamiento fue demasiado; tanto así que algunos de los niños se desmayaron tras correr por cuarenta minutos sin parar.

Luego un estiramiento que nos nubló la vista, donde sentí que me dolían huesos que ni siquiera sabía que tenia. Mi cuerpo sudaba  mientras que el olor metálico de la sangre de Verónica, se hacía más fuerte sobre mi.

Pedí lavarme antes del entrenamiento, pero la maestra Alinoshka dijo:

—Ese es el trofeo que verifica el triunfo que has  tenido hoy. Debes cargar con eso.

Pero sus palabras solo fueron un molesto sonido que ni siquiera me esforcé en entender. Me sentía sucia. Sentía asco de mi misma, sobre todo al ver cómo los demás niños me veían y evitaban acercarse a mi.

Durante un breve descanso luego de correr, me senté en la arena mirando mis zapatos manchados de rojo, mientras sentía mis mejillas arder por el calor y el cansancio.

Necesitaba agua, pero no me atrevía a moverme, porque al hacerlo, sentiría mi piel pegajosa llena de "Verónica" que también surgía en un olor metálico invadiendo mi olfato.

Mi respiración empezó a agitarse, me ardía la garganta, y con desesperación por quitar la sangre de mi piel; tomé arena entre mis manos y la froté contra mi cuerpo. Mientras en mi mente repetía"La maté"

Alguien se paró frente a mi, cubriéndome del sol con su sombra. Miré al frente y vi una mano extendida con una toalla blanca.

—Si sigues haciendo eso, lastimarás tu piel. Usa la tohalla —, sugirió Tayde.

Tomé la tohalla. Luego, él me dio una botella de agua.

—Lo que sucedió hoy, no es culpa de nadie —, dijo—. No te culpes.

Me puse de pie y lo miré.

—Maté a alguien —, susurré, buscando que por lo menos entendiera, o que me dijera que todo estaba bien.

Necesitaba escuchar eso.

—Lo vi. Pero por lo que veo, aquí todos tendremos que hacer cosas como esas —, contestó sincero y se fue.

Dos horas después del entrenamiento: Luci apareció con su habitual sonrisa.

Nos llevó por una puerta del castillo que daba directo a la sala del comedor: era grande. En su centro, había una mesa larga con varias sillas.

El castillo de BlakeWhere stories live. Discover now