Capítulo: 39.

64 6 2
                                    


Ellie

Se supone que la noche se hizo para descansar, ¿cierto? Entonces, ¿Por qué no logro conciliar el sueño? ¿Por qué no puedo hacerlo? Es como si mi propio subconsciente me jugara un mal rato, una mala pasada. Estoy sumamente cansada tanto psicológica como físicamente y lo único que puedo hacer es... Sobrepensar.

¡AAAAAHHHH!

¿Por qué si tengo presente que algo me hace mal, por qué lo sigo haciendo de igual manera? ¿Por qué no puedo pararme a mí misma? ¿Por qué me lastimo de esa forma? ¿Es que en el fondo me he convertido en una masoquista, una insensible, una dura?

¿Por qué soy así? ¿Por qué me sucede esto...?

¿Realmente quieres que responda a esa pregunta?

Bueno...

Debo confesar que, cuando algo me afecta emocionalmente, mi sistema nervioso se altera y descontrola de una manera desmesurada. Por no mencionar los problemas gastrointestinales que yo solita provoco con el estrés, las preocupaciones y el malhumor que últimamente se ha adueñado por completo de mi cuerpo. La falta de hambre, o el exceso de hambre, es un problema con el que he lidiado desde hace mucho tiempo, y no porque me salte mis tiempos de alimentación o los haga de manera incorrecta si no que, mi cuerpo reacciona a lo que mi mente o corazón son incapaces de hacer, a lo que aún no tienen las agallas de enfrentar, a todo lo que se me acumula y que guardo, guardo y guardo una y otra vez. Al frío sudor que me recorre la columna vertebral, al temblor en ciertas partes específicas de mi cuerpo, al nerviosismo que no comprendo de dónde viene y hacía dónde se dirige. Al que esté a la defensiva la mayor parte del tiempo, la irritación, las ganas de llorar, el que en un momento esté bien y de repente todo se desmorona. Al tamborileo de mi piernas, que comienza con una y prosigue con la otra, el mismo efecto para los dedos de mis manos. La necesidad de tocarme el rostro y apretar alguna parte hasta dejarla de un sonrojado forzado, de morderme las uñas, de... Muchos actos que no están bien.

Créanme, no es que lo desee de esa manera, es solo que... No puedo frenarme.

No me causa ilusión el hecho de encontrar una mínima situación que le da 380 giros a mi vida y debido a eso, mi estómago sufre de una manera tan... peligrosa que no se lo deseo a nadie. Cada momento que no tengo contemplado y se me escapa de las manos causa un efecto dominó en mi cuerpo, en mi salud mental. Es como si, por un instante todo estuviera bien, en calma, en orden y viniese un tercero y me empujase con una fuerza súbita, con tal presión sobre mi cuerpo que de una u otra manera me hace tropezar. Pero, cuando se trata de alguien más tienes la ventaja de culparlo y... ¿Cuándo eres tú misma? ¿Cuándo se trata sobre ti?

Son muchas interrogantes que me hago día con día y por más que en un momento me calme, no puedo evitar que me atormenten y se adueñan de mis noches.

He tratado de seguir en línea recta pero termino dando cien vueltas en círculo a un trazo recto. Es como si tirase un diamante para recoger una piedra. Es como si... por cada paso que doy, retrocediera, tres o en mi caso cuatro.

¿Saben lo realmente frustrante que es eso? ¿No? Pues me alegro de eso.

Me alegro de que no sean su peor enemiga, de que no tengan pensamientos intrusivos que los atormentan día y noche pero que cuando la luz del sol se oculta, salieran todos sus demonios a arrasar con todo lo que encuentran.

Se siente como si... yo fuera la presa y la ansiedad mi depredador.

Hay momentos que aun no comprendo, otros que asimilo de mejor manera y otros en los que batallo un poco, sin embargo, en cada uno de ellos aprendo sobre mi misma y mis emociones. Es tan curioso que no por cada año que cumples, creces uno más. No, tú creces conforme las experiencias y los problemas que lidias a puerta cerrada contigo misma. Esos que nadie ve, que nadie siente, que nadie se entera porque te esfuerzas por forzarlos a salir hasta que se encuentren solos ellos y tú.

Caos totalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora