Capítulo 6

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—¡Despertaste! Qué alivio... —Viktor se acerca a mí. Examina la temperatura en mi frente y rápidamente se aventura en medio de las sábanas en busca de mi muñeca—. Tu pulso... está demasiado acelerado. 

Como si su contacto fuera fuego alejo la mano bruscamente. Vik hace un mueca al percatarse de mi reacción.

—Mi intención no era incomodarte —se disculpa. 

Su ingenuidad es tan grande que parece concebir un mundo donde su cercanía me sea repulsiva. 

Quisiera decirle lo contrario, que si antes pensaba mucho en él, ahora ocupa un lugar más grande en mi cabeza. Que él le ha dado sentido a mi insidiosa vida. Pero no puedo decir nada de eso sin parecer un loco obsesionado. A estas alturas capaz lo sea, más si me pongo a recordar los minutos previos a perder el conocimiento.

«Solo soy la voz de tu consciencia».

Niego con la cabeza. 

Yo jamás haría algo así. Aunque... lo mismo pensé sobre mis probabilidades de matar a alguien.

Últimamente lo que creía de mí mismo ha perdido por completo el sentido. 

Independiente de ello, si quiero proteger a Viktor lo más sensato sería irme de aquí. 

—Perdón —reacciono cuando su tos se convierte en una forma de llamar mi atención—. Debería agradecerte... No recuerdo bien qué pasó, pero si estoy aquí es por tu ayuda.

—Te desmayaste. No sabía bien qué hacer... Sabes que no quiero llamar la atención. Llamé a Tobias. Por suerte andaba cerca. Juntos te trajimos aquí. Este es el hotel dónde nos quedamos. 

Hago un escaneo visual. Nunca más tendré la oportunidad de estar tan cerca de dónde duerme.

Bueno, o podría ser que sí.

«No» me recrimino automáticamente.

Yo no soy así.  

Soy un adulto torpe, que ha intentado toda la vida adaptarse a este pueblo. Formar uno solo con él hasta que sea imposible discernir qué soy yo y qué es lo que espera la sociedad de mí. 

Ellos desean un joven apto, capaz; un orgullo siendo solo uno más. Nada de extravagancias, ni largas trayectorias. Vivir para trabajar, trabajar para ser alguien. Tener éxito, pero no demasiado para acaparar la atención ni las malas vibras. Ser suficiente, sin caer en la mediocridad. 

Conseguir ese maldito punto medio. 

—¿Isa? 

«Un apodo». Es primera vez que me nombra de esa manera. 

Nadie me ha llamado así antes, lo que hace que adquiera un significado aún más importante.

El semblante me cambia por completo. 

—¿Tobias está aquí? —pregunto, más por celos que por otra cosa. No debería sentirlos, no cuando en tan poco tiempo Viktor se ha visto cautivado con lo que le he dejado ver de mí, pero no puedo evitarlo. Debe ser porque esos sentimientos me han perseguido un tiempo. Cuando veía que compartían juntos y todo lo que Tobias podía darle y hacer, mientras yo solo era un anónimo más que lo idolatraba. 

Querer hacer tanto y tener las manos atadas es una de las peores frustraciones. 

—No. Estamos solos. Tobias salió a comprar, y Cordelia debe andar en la biblioteca pública. 

No imagino a Cordelia en un lugar como ese. Debe tener un pañuelo a la mano para quitarse el polvo y suciedad de cada libro. Pero tampoco me molesto en darle más abasto en mis pensamientos. 

Epifanía de una obra mal terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora