Capítulo 5

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Hay cierta adrenalina en saber que alguien va tras de ti. En ser lo suficientemente importante para tener la atención de otra persona, ya sea por ti o por tus acciones. 

Sin duda, todos querrían ser especiales por crear la última invención extraordinaria que cambiará la vida de las personas. Pero, la experiencia me ha hecho entender que solo unos pocos privilegiados serán bendecidos con una gran mente, o un magnífico talento que los hará destacarse en vida y en el más allá. 

En mi caso nada de eso existe, así que tal vez la idea de ser perseguido por algo tan horroroso adquiere un significado completamente diferente a lo habitual, lo normal. 

Miro las nubes en el cielo mientras intento conectar con mis sentidos al estar sobre el césped cubierto de rocío. Me acompañan los ladridos de algunos perros que juegan en el parque. El trote de los más valientes que le hacen frente al frío clima. El inicio de la mañana; el despertar de Napdale. 

Tal vez podría formar parte de los valientes al estar sobre la humedad, pero el cuchicheo de quienes pasan junto a mí me dice suficiente del hazmerreír que estoy haciendo al estar aquí. Sin embargo, necesito enfriar la mente; sentir algo dentro de esa insensibilidad que congela el remordimiento. 

No consigo el efecto que deseo. Ya he llegado a esa conclusión antes. He vuelto a sentirme vivo cuando vibra el teléfono. No sé qué es lo que quiere de mí, pero sus notificaciones se han vuelto el interruptor de encendido. El miedo mueve más que cualquier otra emoción. Me pregunto si seré el peor egoísta al sentirlo únicamente bajo su amenaza. Bajo el temor de que Vik sepa lo que hice. 

Saboreo por unos segundos el tener algo en común con Viktor. Sin duda, esto es a lo que acostumbra. Todos los días tiene la presión sobre sus hombros de que cada cosa que haga o diga será juzgada por los demás. Que hay ojos y oídos atentos en cada rincón. Situación, que a largo plazo puede llevar a una paranoia. Nadie está preparado para lidiar con tanto estrés. Nuestro cuerpo no está preparado para ello. Sin embargo, él lo sobrelleva de una forma tan digna y admirable que no puedo más que estar a su altura. 

No obstante, mi expresión cambia en cuanto advierto el remitente en la pantalla. «La compañía móvil». Suspiro fuerte. Mi pulso vuelve a la normalidad; pausado, tranquilo. Debería confiar en mi cuerpo, estar aliviado. Pero hay cierta parte de mí que comienza a ansiar más de todo esto. 

Tal vez es por ser un pusilánime, alguien que no ha sido capaz de sentirse a gusto consigo mismo. Los años cada vez se vuelven más pesados, y las expectativas no se condicen con la realidad. 

A veces no termino de comprenderme. 

Me incorporo e intento despabilar. Despejo las legañas de los ojos con desgano, y sacudo la tierra de mi ropa. 

Reacciono por completo cuando me percato de esa sombra que planea ser sigilosa al cruzar la calle. El gorro sobre su cabeza, la actitud demasiado sospechosa y poco disimulada. Sin querer se me forma una sonrisa suave en el rostro. Corro hacia su dirección, siguiéndole el ritmo tal vez demasiado rápido. 

Reparo en ello antes de quedar por estúpido. «Debe parecer una casualidad». 

Es el semáforo en rojo el que hace que nos encontremos. 

—Terminó siendo antes de lo que esperaba —murmura. 

Se le ve radiante, como si se hubiera topado con un gran amigo, cuando en verdad apenas nos conocemos. Yo sé todo de él, pero él nada de mí. No obstante, esos ojos parecen sinceros. Viktor es sincero. 

¿Será posible que algo de mí lo haya cautivado?

«No, que no se te suba a la cabeza». ¿Cuántos habrán como yo? Al menos unos billones. Pero tipos como Viktor son únicos, son de aquellos que te hacen cuestionar si es que acaso la vida ha sido injusta en la repartición de dotes. Solo soy una cucaracha al lado de él. 

Epifanía de una obra mal terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora