Capítulo 8

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No hallo las palabras para describir lo que es ese leve roce; suave y dulce, pero suficientemente intenso para acrecentar mis ansias de él. Me dejo llevar por esos sentimientos reprimidos; ocultos ante su presencia. No tiene caso negar cuánto me gusta lo que está haciendo. 

La atracción se queda corta, y se nota en la forma en que le devuelvo el beso. El engaño pudo haber salido de mi boca, pero ahora mis labios dicen otra cosa. Pienso en cada vez que soñé con este momento, cuando apenas la expectativa era que él apareciera en mis noches. Cuando únicamente podía verlo por medio de las fotografías que adornan mi cuarto, y las entrevistas repetidas mil veces. Sentir su soledad a través de las canciones que conectaban con lo que yo sentía, con lo que había perdido.

Tal vez por eso este beso se me hace tan familiar. No es primera vez que lo hemos hecho, nos hemos unido en innumerables ocasiones a través de esa tristeza que nos acompaña. Nadie más que yo podría entenderlo. Y esa conexión se incrementa y toma un nuevo significado mientras recorro su boca, deleitándome con la textura de su lengua y el sonido de su respiración entrecortada. 

 Alucino, en tanto me grabo cada parte de su piel al descubierto. Las sábanas se enredan entre los dos, combinando nuestros aromas y fundiéndose nuestro lenguaje corporal en uno solo. Y, aunque soy algo torpe, por primera vez eso no me atormenta. 

—Me mordiste. —Se lleva los dedos a la boca, tornándose las yemas rojizas. 

Luego, pasa lentamente la lengua por sus labios, saboreando el sabor metálico. 

—La mirada te cambió —dice, y no entiendo por completo a lo que se refiere. Quizá es al aturdimiento que hace nada me mantenía inquieto. 

No puede culparme, un beso de él haría que olvide hasta mi propio nombre. 

—¿No me dirás nada? —ríe contra mi boca —. Te quedaste sin palabras. 

—Creo... que debería llamar a mi padre —suelto, buscando cambiar el tema. 

—¿Es por el engaño, no? —insiste. 

«Cierto». Ese momento de vulnerabilidad en que le revelé partes de mí. Confesé que le había mentido. 

—Toda esa indiferencia es una fachada —continúa, y va nuevamente por mi boca—. Me atraes, y yo te atraigo a ti. Yo lo sabía... Si sentía esa tensión no podía ser solo de mi parte...

«Me atraes, y yo te atraigo a ti». Casi quisiera responderle con la misma vehemencia, reconocerle que siempre nos hemos pertenecido el uno al otro. Sin embargo, no quiero dejarme embaucar por la emoción. Sus palabras tienen un significado oculto. Antes lo interpreté mal.  

¿Acaso de la historia que le conté no comprendió el entrelíneas? ¿Que mi familia no es de clase alta? ¿Que a quien idolatro desde hace años es justamente él? 

No puedo pensar bien, no cuando me recorre poco a poco el cuerpo con la boca. 

—Yo... —titubeo. Es mi oportunidad de ser honesto, de cambiar el rumbo de esta historia. Y sin embargo, dudo, porque la oferta es demasiado tentadora. 

Es el todo o nada. 

Si digo la verdad habré perdido lo único bueno que me ha pasado en la vida. Mientras que si callo, tal vez podría ganarme su corazón. 

¿Acaso una mentira no pierde su malicia si de ella se puede sacar algo bueno?

Sé que no, pero es una fantasía que me gustaría creer en este momento. 

Nos estoy condenando al fracaso incluso antes de empezar. 

—Isa, por favor... —Se detiene, dejándome ver su rostro y acusándome con sus hermosos ojos— ¿Qué caso tiene negarlo? La vida es solo una. ¿Si ambos sentimos lo mismo por qué perder el tiempo? ¿Tan terrible es sentir algo por mí?

Epifanía de una obra mal terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora