Capítulo 16

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NARRADOR OMNISCIENTE

Viktor Flender golpea con fuerza la puerta que ha sido asegurada con algo más que una llave. Ha perdido la cuenta de cuántas veces lo ha intentado en vano, pero aun así decide seguir esforzándose. Poco le importa que la piel de los nudillos se le desgarre completamente en el proceso. Que un hombro dislocado sea la señal de que debería detenerse. 

Está en ello, cuando oye unos pasos que se aproximan. Retrocede un poco ante el miedo que le ocasiona volver a verlo. Odia ser un cobarde, incapaz de ingeniárselas para escapar producto de la poca calle. No tiene más opciones que volver a fingir ser dócil. Seguir instrucciones al pie de la letra. 

Fue un imbécil, demasiado ingenuo al creer que saldría de una situación como esa tan fácilmente, en confiar en las personas equivocadas. No dimensionó que la cadena terminaría con él. 

No hay demasiadas herramientas a su disposición. La más importante la perdió antes de ser atrapado en esa casa. Así que cuando la puerta se abre, se amarra nuevamente las muñecas y toma asiento en la esquina más extrema de la pequeña escalera. Estornuda ante la acumulación de polvo que ha pasado a inundar el ambiente al dejarse caer repentinamente en el suelo. 

Cierra los ojos, como si de esa manera pudiera evitar ver el rostro que le repugna. El rostro de sus últimas pesadillas. 

Escucha el sonido de los platos, de cómo estos son deslizados y depositados a pocos pasos de él. Pan y agua es lo que contienen, pero en las horas que lleva encerrado no ha querido probarlos. 

—Puedes dejar de fingir. Sé que estás despierto. 

Viktor maldice para sus adentros. No tiene caso continuar con esa actuación, no cuando no da frutos. Así que le hace caso, aunque lo fulmina con la mirada. 

—Dime que quieres. —Intenta nuevamente—. Por favor. Lo que quieras te lo daré a cambio de que me dejes ir.

Su captor se toma unos segundos antes de responder. El suspenso lo mata.

—Ese es el problema —dice finalmente—. No puedes darme nada, porque lo que necesito ya está aquí. Contigo. 

—Isaac, por favor —pide una vez más. Y esta vez se avergüenza ante el llanto inminente—. Debe haber algo. Algo que tú quieras más que nada. Te lo conseguiré. 

El muchacho le da la espalda, y Viktor se rinde en su propuesta. Sin embargo, cuando ya está convencido de que se quedará a solas escucha la respuesta a su oferta. 

—Amor. Lo que quiero es amor —repite, convencido de que esa es la única manera de obtenerlo. 

Luego todo se queda a oscuras. 

 

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Epifanía de una obra mal terminadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora