Reconstrucción

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Los kilómetros que la separaban de Storybrooke parecían eternos. Pero cada metro realizado parecía un latido de más. ¿Aprehensión? Ciertamente. Tras haber pasado tres meses fuera de todo eso, viviendo una vida casi normal, es decir sin cruzarse, por la mañana al ir a trabajar, con el hada azul o a caballeros sobre sus monturas galopando por el centro de la ciudad.

Eso tenía su encanto, eso seguro. Al ver a lo lejos el panel de "Bienvenido a Storybrooke" tuvo que confesarlo: sentía placer al volver. Y como si su hija lo presintiera, cuando franquearon la invisible frontera que los ocultaba del mundo, la pequeña estalló a reír, lo que hizo sonreír a Emma.

‒ Sí, yo también, cariño, yo también

Condujeron hasta el centro del pueblo, extrañamente en calma comparado con la agitación neoyorkina. Sí, era otro mundo, que tenía su encanto, que tenía su corazón. Comprendía la elección de Henry, pero ella tenía que confesar que su vida estaba ahí, casada o viuda.

Pasó por delante de su casa y se estremeció. No, aún no, no ahora. Así que continuó su camino y se detuvo con toda naturalidad en Mifflin Street, ante la bella mansión de fachada limpia. Al pasar, vio un coche aparcado ante la cancela, pero no le prestó atención. Se detuvo entonces justo detrás del coche de Regina y se bajó inhalando, por primera vez, el aire de Maine. Echó a andar y se paró frente a la puerta. Dudó un cuarto de segundo antes de tocar. Distinguió pasos al otro lado de la puerta, y de repente, se abrió y apareció Regina, sorprendida

‒ ¡Emma!

‒ ¡Hey, hola!

‒ Pero...¿Estás de regreso?

‒ Sí. Quería darte una sorpresa. Bueno, no...Tenía miedo de que avisaras a mis padres de mi regreso y decidieran hacer una pequeña fiesta o cualquier cosa embarazosa

Regina rió

‒ Efectivamente, sería algo de su estilo. Estoy contenta de que estés de regreso. Pero lo más importante: ¿Cómo estás?

‒ Estoy...Mejor, de verdad. Era el momento, creo

Regina perdió su sonrisa

‒ ¿Dónde está Hope?

‒ Oh, en el coche, quería estar segura de que estabas en casa. Está durmiendo. Voy a buscarla.

Emma caminó hasta el coche y sacó la sillita antes de volver con Regina

‒ ¡Aquí está!

‒ ¡Hola, amor!‒ Regina se inclinó y acarició con su índice la mejilla de la pequeña ‒ ¡Entrad!

Emma estaba feliz, sí, definitivamente había tomado la decisión correcta. Pero perdió rápido su sonrisa cuando divisó una silueta en el salón.

‒ Oh, euh...¿Mulan?

‒ ¡Emma, qué bueno volverte a ver! ¿Cómo estás?

‒ Euh...Bien, bien, gracias. Pero...¿Qué haces tú aquí?

‒ Oh, bueno, Regina y yo nos hemos propuesto clasificar todos los documentos que fueron dejados en espera estos últimos años. Y con la reunificación...

‒ ...el orden es un deber‒ concluyó Regina con una sonrisa ‒ Y no se puede decir que tú seas la reina del papeleo

‒ Ya, eso está claro...‒ soltó Emma, incómoda ‒ Pero si estáis trabajando, puedo pasar más tarde

‒ No seas idiota, acabas de llegar

Mulan cogió entonces la pila de documentos y se la puso bajo el brazo

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