Necesidades

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Regina mantuvo su palabra: los días que vinieron fueron de lo más tranquilos para Emma. Nada la obligaba a levantarse por la mañana, a hacer acto de presencia, ni incluso a ocuparse de su hija, pues Regina se había colocado todo sobre sus hombros. Pero, aunque esa burbuja en la que la bella morena la había instalado era agradable, Emma no podía evitar pensar que no debía encerrarse de esa manera.

Así que, al cabo de una semana en casa de Regina, una mañana, durante el desayuno, mientras que Regina, ya levantada, estaba dándole el biberón a Hope, Emma bajó vestida, con su estrella de sheriff trabada en su chaqueta.

‒ ¿Emma? Qué madrugadora

‒ Sí, yo...Me gustaría volver a trabajar desde hoy

‒ ¿De verdad?

‒ De verdad‒ cogió una taza de café y se acercó a su hija para dejarle un tierno beso en la frente, después se giró hacia una Regina que hojeaba el periódico. De repente, Emma tomó consciencia de la escena y sonrió. Si alguien de afuera entraba y fuera testigo de la escena, inmediatamente pensaría que era una encantadora escena de familia.

‒ ¿Estás segura?

‒ Regina, te agradezco que me hayas cuidado, pero necesito reencontrarme, como mujer, como madre y como sheriff. Necesito...Tener necesidades

‒ ¿Necesidades?

‒ Necesito sentirme útil de nuevo. Necesito darme cuenta de que nada está conseguido y que debo trabajar para obtenerlo y mantenerlo. Aquí, estoy en una burbuja de cristal. No me disgusta, soy feliz, pero...Dejo que la vida pase por mí, y ya no aspiro a nada porque todo me es servido en bandeja. Sé que tú no deseas sino cuidarme y agradarme, y te lo agradezco, pero ahora necesito volar. Es por eso por lo que...Voy a pasar la mañana en la comisaría y por la tarde me pondré a buscar una nueva casa.

Regina la escuchó con atención, y sonrió.

‒ Estoy contenta

‒ ¿De verdad?

‒ Ya estás lista. Y para nada me ofende que quieras marcharte. Si te sientes lista, entonces es el momento. Es tan difícil ver ese momento correcto, demasiado pronto perdemos pie, demasiado tarde y más nos enganchamos. Así que, si así lo sientes, estoy contigo.

Emma sonrió de oreja a oreja y estrechó a Regina entre sus brazos

‒ ¡Gracias, gracias!

Regina carraspeó y echó una ojeada a su reloj

‒ Sheriff, creo que va a llegar tarde

‒ Ups. ¡Voy a tener que andarme con cuidado, mi jefa no es nada sutil!

‒ ¿Ah, no?

‒ No, y, además, es del tipo, ya sabes...Una majestad

‒ Oh, vaya‒ sonrió Regina

‒ Sí. Una reina, algo así

‒ Oh, algo así...¿Podría ella desterrarte por decir tales cosas sobre su persona?

‒ Hm...No lo he intentado, pero tengo muchas ganas de probarlo

‒ Entonces, date prisa

‒ ¡Bien, jefa! ¿Llevas tú a Hope a casa de la canguro?

‒ Sí

‒ ¡Hasta esta tarde entonces!

Y lo que hizo a continuación sorprendió a las dos jóvenes: Emma se acercó y depositó un furtivo y ligero beso en la mejilla de Regina. Se miraron, asombradas, antes de que Emma balbuciera un hasta luego y desapareciera.

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