Aceptación

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Mientras, en Storybrooke, cada uno intentó retomar una vida normal, ocultando el hecho de que Emma se había marchado por un tiempo indeterminado, lejos de ellos, lejos de todos los reinos.

Las cosas habían retomado su curso: Snow había vuelto a las aulas, David a la comisaría, y Regina se preparaba ya para sus próximas reuniones.

Ya hacía tres semanas que Emma se había marchado, no sin dejar cierto vacío a su alrededor. Pero sin embargo, todos recobraron su ritmo. Regina recibía noticias de Emma regularmente, ya fuera por email o por teléfono. La bella morena estaba tranquila al ver que ella parecía que estaba superando su pena.

Por su lado, debía confesar que echaba de menos a Hope, desde su nacimiento, Regina había sido una parte importante en la vida de la pequeña, sobre todo ayudando a Emma con su maternidad, qué hacer con los biberones, con los pañales, las siestas, las enfermedades infantiles...Pero desde la partida de Emma, echaba de menos las visitas para ver a Hope.

‒ Siento molestarla, Majestad

Regina alzó el rostro de su ordenador y vio a Mulan con un pila de hojas bajo el brazo.

‒ Oh, Mulan, ¿a qué debo el honor?

‒ Bueno, como Emma se ha marchado, me encargo yo de los documentos. Hay varias cosas que quería ver con usted. Si tiene tiempo, por supuesto.

‒ Oh, claro, evidentemente. Entre. Imagino que Emma no ha sido de lo más estricta en lo que atañe a ese tema.

‒ Es lo más suave que se puede decir. He visto esto con David, él me ha confirmado que ella no era...de las más duchas con la organización.

‒ Oh, créame, tampoco lo es en su casa‒ sonrió Regina. Mulan sonrió a su vez antes de dejar los documentos sobre el escritorio ‒ Bien, vamos

‒ ¿Mamá? ¿Estás ahí?

‒ Fuera, cariño

Henry salió al vasto balcón para ver a su madre, la barbilla alzada, pareciendo disfrutar del sol que le daba sobre el rostro. Henry vio enseguida que ella jugueteaba con la alianza de boda, pequeño gesto que hacía cada vez más desde hacía algunos días.

‒ ¿Todo bien?

‒ ¿Hace cuánto que estoy aquí?

‒ ¿Eh?

‒ ¿Cuánto...? ¿Un mes?

‒ Casi dos‒ confirmó su hijo sentándose a su lado ‒ ¿Por qué? ¿Te aburres?

‒ No. Pensaba que quizás era tiempo de volver, ¿no?

‒ Tú decides. Sabes que aquí eres bienvenida, Lucy te adora

‒ Dices eso porque ella me da palizas en el Mario Kart

‒ No solo, pero ayuda‒ bromeó Henry ‒ Ella pronto dará a luz. ¿No quieres quedarte?

‒ ¿Sabes qué? Vamos a hacer eso: me marcharé tras el nacimiento de vuestro pequeño príncipe.

Henry le sonrió

‒ No te vayas sino cuando estés lista

‒ He pensado mucho. Al principio fue complicado, no te escondo que mis noches estuvieron regadas por las lágrimas...Pero...Creo que todo va mejor

‒ Porque estás aquí, en Nueva York. ¿Qué pasará cuando regreses?

‒ Bueno, primero voy a buscar una nueva casa, más modesta. Un nuevo comienzo, nuevas paredes...

‒ No está mal

‒ Sí...¿Sabes? Al comienzo me culpabilicé por todo: por qué no yo, y si no hubiéramos discutido la noche anterior...Todas esas cosas que habían pasado y que eres el único que las conoce.

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