Pertenencia

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Los días pasaron y Emma se aclimataba, poco a poco, con su hija en su nuevo refugio. Ahora, solo faltaba una decoración más detallada, pero lo grueso estaba ya: tenía todos sus muebles, desde la cocina al salón, pasando por su habitación y sobre todo la de su hija. La adaptación de esta fue ideal, aunque las dos primeras noches fueron agitadas. Hoy en día, la pequeña había encontrado su sitio y sus juguetes diseminados por todos lados lo demostraba.

Emma recordaba el momento en que le había anunciado a sus padres que había encontrado su hogar. Evidentemente se sorprendieron de que fuera justo a unos metros de la casa de Regina y, por lo visto, el malestar se instaló mucho más en Snow que en David. Les había prometido a sus padres que haría una inauguración con sus amigos y familia en cuanto todo estuviera en su sitio. Y ese momento había llegado. Por supuesto invitó a sus padres, a Henry y su familia, a Regina, a Granny, a Dorothy y Ruby y algunos otros habitantes que habían jugado un papel más o menos importante en su mudanza.

Cuando estaba en la comisaría, inscribiendo a los nuevos detenidos, David apareció allí con una gran caja de cartón bajo los brazos, la dejó sobre su mesa para sorpresa de su hija.

‒ Wow, ¿qué es eso?

‒ Para esta noche. Tu madre ha insistido

‒ Valeee, tengo miedo‒ Emma se levantó y abrió la caja viendo en su interior guirlandas, globos y otras cosas de decoración ‒ ¿Quiere que ponga todo esto?

‒ Ni idea, me lo imagino. Me ha dicho que te lo diera...

‒ Y, evidentemente, si aparece por allí esta noche y ve que no he puesto nada, se ofenderá y pondrá esa cara que pone cuando está contrariada

‒ ¿Qué cara?

‒ Ya sabes...Esa cara‒ dijo ella poniendo morro enfurruñado y ceño fruncido. David estalló en una carcajada.

‒ Ah, sí, reconozco bien a tu madre. Entonces, ¿a qué hora le has dicho a todo el mundo?

‒ Oh, euh...A las siete. Pero si quiero colgar algo de decoración, tengo que salir un poco antes del trabajo

‒ ¡No te preocupes, te cubriré ante la jefa!

‒ ¡Genial!

Entonces entró Mulán y saludó a sus compañeros sonriendo. Y aunque la bella asiática no se dio cuenta de nada, David vio el cambio de expresión de su hija. Él frunció el ceño antes de girarse hacia Mulán.

‒ Tenemos que hacer horas extra esta tarde, Emma tiene que salir antes para preparar la fiesta

Emma se crispó y miró a Mulán, casi aterrorizada.

‒ Oh, ¿tenéis una fiesta?

David comprendió, pero demasiado tarde, su metedura de pata.

‒ Ah, euh...‒ se giró avergonzado hacia su hija moviendo los labios en un "Lo siento" antes de que esta tomara la palabra.

‒ Euh, sí, no he tenido tiempo de avisarte, pero... ¿Estás libre esta noche?

‒ ¿Yo? Oh, euh...‒ pero Mulán no era tan estúpida ‒ ¿Sabes? No estás obligada a invitarme si no lo deseas‒ sonrió ella ‒ Puedo entender que no quieras tener a todo el pueblo en tu casa...

‒ ¡No, no, te lo juro! ¡Es más, esto me hace pensar que también me he olvidado de Archie! ¿Entonces? ¿Vienes? No será algo enorme, solo un buffet, cerveza y música retro.

Mulán la miró antes de sonreír

‒ Bien, allí estaré, muy amable

‒ Bueno, voy a hacer la compra y después...‒ cogió la enorme caja ‒ ¡Voy a colocar todo esto!

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