Normalidad inadecuada

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"Dos años han pasado desde que el juego de la muerte comenzó, y creo la gente ha dejado de luchar por salir"

Eso era en lo que pensaba el peliblanco de ojos azules al luchar contra los monstruos del juego.

Ahora mismo era el único en una de las mazmorras del bosque.

Era algo que se hizo más común cuando la tasa de desertores aumentó gradualmente.

Los desertores eran aquellos jugadores que antes formaban parte de los gremios que se encargaban de subir de piso para llegar al final, pero que con el paso del tiempo dejaron de luchar.

Esquivo el tajo hecho por una bestia reptiliana y contraatacó con una estocada justo en el pecho de su enemigo.

Su barra de vida bajo al instante, pero otro enemigo con la misma apariencia se unió al combate tomándolo por sorpresa.

Lincoln reaccionó a tiempo y pudo bloquear con tal precisión que realizó el clásico parry, que descolocó al lagarto y aprovechó para barrer las piernas del monstruo, haciendo que caiga al suelo y así ser capaz de enterrar su espada en el abdomen de su rival.

Una vez ambos seres se desvanecieron, el chico inspeccionó lo que había ganado con sus muertes, y satisfecho, se fue de la mazmorra mientras tenía una sola cosa en mente.

"¿Podremos algún día saldremos de aquí?"

Cuando volvió a la ciudad, se dirigió a la herrería de su amiga Lis.

Al entrar pudo ver como ya no había tanta gente como antes, los jugadores ya no tenían la necesidad de comprar mejores armas si ya no habían luchas que librar.

Y eso tenia preocupada a la herrera de cabellos rosados.

Caminó hacia la parte de atrás del establecimiento, en donde había una pequeña área verde y un puente de piedra.

Se dirigió hacia la sombra que hacia gracias a la estructura, sabiendo donde se encontraría su amiga.

La joven herrera estaba sentada, abrazando sus piernas y con la espalda recargandose contra la pared.

Se veía decaída y Lincoln no pudo evitar identificarse con ella cuando apenas había comenzado todo este infierno.

Se sentó al lado de ella haciendo que Lis le mirara.

-Creí que la tristeza ya no era común hoy en día-

Pensó que una ligera broma ayudaría a que la chica se alegre, pero el nunca fue alguien cómico así que no tuvo mucho éxito.

El chico no tardó mucho en entender lo que causaba todo esto, algo obvio, pues el también había pasado por lo mismo.

-¿Crees que nunca saldremos de aquí?¿Verdad?-

-Ya llevamos aquí dos años, creo que nos quedaremos aquí por siempre-

-No digas eso, solo debemos hacer lo que ya estamos haciendo, en algún momento esta gente sabrá que no viene al caso quedarse en este mundo-

-Hace poco escuche la historia de un gremio que desertó de la línea delantera, y a la semana su líder se desvaneció-

-Que...irónico- Suspiro el muchacho.

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