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●días después●

Ada:

Entré y lo primero que vi fue a mi madre tirándole un plato a mi padre. Por suerte él lo esquivó y el plato se rompió al chocar contra la pared. Mi madre seguía tirando cosas, platos, cuchillos, cojines, jarrones.

¿Qué había pasado?

En lo primero que pensé cuando pude reaccionar fue en mi hermano. Estaba en una esquina tapándose las orejas, con la cabeza metida entre sus rodillas, llorando pidiendo que parasen.

-¿Qué está pasando?-Pregunté creyendo qué haría que mi madre se calmara y me lo contara. No pasó eso. Me miró y siguió tirándole cosas a mi padre, él con sus buenos reflejos las esquivaba.

Tenía que sacar a mi hermano de allí. Fui hacia él y cogiéndolo en brazos lo saqué de casa.
Cerré la puerta al salir y me senté en la acera.

-Ya está, tranquilo.-Le acaricié el pelo.-No te preocupes.-Le di un beso en la cabeza, intentando calmar sus llantos. Mi hermano tenía una enfermedad, que consistía en que cualquier ruido más fuerte le provocaría miedo, o le afectaría más. En otras palabras, tenía el oído más sensible. Por eso no me gustaba dejarlo solo con mis locos padres.

Cuando se calmó un poco, decidí llevarlo a la tienda de chuches y comprarle algunas golosinas para hacerlo más feliz.

Al salir de la tienda nos volvimos a sentar en la acera.
Tiempo después, vi a un coche parar enfrente de nosotros.
Miré hacia la ventana del vehículo para saber de quién se trataba.

Otra vez él.

Se bajó del taxi, acercándose a nosotros.

Genial...

-Hola.-Sonrió.-Así que además de amargada y loca también eres niñera...

Hoy no, no estaba para aguantarlo.

-También sé hacer boxeo, así que como no te vayas te voy a pegar un puñetazo.-Dije y él rió.-No es broma, vete.

Me ignoró y se sentó al lado de mi hermano.

-¿Es tu hermano?-Lo miró y yo asentí.

-¡Eres Lamine Yamal...!-Gritó mi hermano Ethan y el chico solo sonrió asintiendo.

-Venga, Ethan, nos vamos ya.-Me levanté cogiéndole de la mano.

Lamine se levantó junto a mí.

-¿Qué te ha pasado?-Preguntó él.

-Nada.

-Estabas llorando, tú y tu hermano.

-No es nada.

-¿Por qué eres tan borde?

-Y tú muy cotilla.

-Quiero ayudarte.

-No puedes.

-Dímelo, venga.

-Problemas familiares.

Él se quedó pensando, cogí de nuevo a mi hermano de la mano y al irme, Lamine agarró la mía.

-¿Vas a volver a ir a ver el partido de este domingo con tu amiga?

-No. Y ahora déjame en paz.

Me fui dejándolo ahí.

Me negaba a entrar de nuevo en casa, pero no tenía de otra, no me podía quedar todo el día en la calle. Me paré enfrente de la puerta y pegué la oreja para ver si se escuchaban gritos.

Lamine seguía viéndome a lo lejos.

Pff, vaya psicópata.

Derrepente la puerta se abrió en toda mi cara y vi a mi padre siendo empujado por mi madre.

-¡Ha sido un malentendido!-Gritó mi padre intentado dar explicaciones. Creo que ya podía imaginarme que había pasado.

Mi madre solo lloraba y gritaba cosas que siquiera podía escuchar. Mientras le tiraba las cosas de mi padre. Y ahí estaba yo con mi hermano observando la situación.

No solo la estábamos observando nosotros, sino que salieron todas las viejas chismosas a ver qué sucedía, y para colmo, estaba también Lamine mirando todo.

Vivir en un pequeño pueblo de Barcelona no siempre es bueno, y lo malo de eso, es que lo que te pase, se entera todo el barrio.

Una vez que mi madre consiguió sacar a mi padre del portal cerró la puerta de golpe.
En cuanto se calmó el ruido todos los vecinos se metieron de nuevo en sus casas. Me giré para ver a Lamine, él ya me estaba mirando. Yo solo me encogí de hombros mientras las lágrimas se caían por mi rostro.

-Problemas familiares.-Dije fingiendo una sonrisa a pesar de las lágrimas que caían sobre mí cara. Me metí en casa con mi hermano antes de que el moreno pudiera decir algo.

LA FUERZA DEL AMOR-Lamine YamalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora