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Jeff

Apenas dormí esa noche.

Estaba demasiado caliente, mi piel demasiado sensible, mi polla dolorosamente dura, a pesar de los supresores. Temía imaginar cómo sería mi celo sin ellos. La marca... Me dolía. Quemaba.

Esa noche en mis fantasías recordaba a mi Xeus. La mano con garras del Xeus agarraba mi cadera con fuerza, el poder que emitía con cada embestida, sus ojos brillando intensamente. Mío, el Xeus gruñó en mi oído antes de hundir los dientes en mi glándula olfativa. Antes de marcarme.

Pensar en el Xeus solo hizo que el vínculo roto doliera aún más. Dolor y quemazón como una vieja herida que comenzaba a sangrar de nuevo. El dolor de alguna manera amplificaba el deseo, el calor y pronto estaba medio sollozando en la almohada. Lo necesito, lo necesito, no lo puedo necesitar, lo necesito. Se fue, lo necesito, se fue. Necesito, necesito, necesito. Ya no esta. Nunca mas estara. Fue jodidamente horrible. Nunca me había sentido peor en mi vida, mis músculos temblaban, mi pene dolía, el cuerpo hipersensible y necesitado, y el vínculo dolía. Dolía mucho.

Así que trate de no pensar en mi Xeus. Me obligue a pensar en otros alfas, tratando de decirme a mí mismo que cualquier alfa serviría. Estaba lo suficientemente desesperado como para casi creerlo.

Me imagine yendo a un baile. A los alfas volviéndose hacia mí. Sería atractivo para los alfas por una vez. Ellos me querrían. Me imagine a un alfa abrazándome indecentemente cerca durante un baile. El alfa luego me llevaría al rincón más cercano, cualquier sitio donde pudiéramos estar solos. Se desabrocharía la bragueta y me tomaría. Gemí, imaginándome eso, imaginando dedos fuertes y duros, un cuerpo duro detrás de él y el familiar aroma alfa que me rodeaba. El alfa me tomaría, duro y rápido, pero con una delicadeza oculta, de esa manera arrogante, gentil y exasperante suya, como si supiera mejor lo que necesitaba. Me diría al oído, su familiar voz ronca incluso más baja de lo habitual, casi como en un susurro: ¿Te sientes bien, pequeño?

Un escalofrío recorrió mi espina dorsal, y un suspiro escapó de mis labios, cargado de una culpa tan pesada que me hundía. La lista de razones por las que no debería sentir lo que sentía era tan larga como la noche sin estrellas.

Primera razón: El recuerdo de mi pareja recientemente perdida aún ardía en mi pecho. No era justo, ni honorable, que mi corazón latiera con fuerza por otro alfa en medio de mi duelo. ¿Cómo podía ser tan desleal?

Segunda razón: Ese alfa, objeto de mis pensamientos prohibidos, estaba cortejando a mi hermano en la luz del día, su compromiso un secreto a voces. Codiciar al prometido de tu hermano era una transgresión contra un código tácito, conocido por todos.

Tercera razón: Aun si la segunda razón no existiera, ese alfa era el duque de Hemmawich, el heredero del trono. Su presencia era tan inalcanzable como las estrellas en el firmamento, un sueño imposible de alcanzar.

Cuarta razón: Su arrogancia era insufrible, su prepotencia, una barrera infranqueable. Recordé con amargura cómo Alan había intentado coaccionarme para eliminar la marca de apareamiento, cómo despreciaba a Bank, actuando como si su palabra fuera ley. No, no debía caer en la trampa de sus encantos.

Quinta razón: Para Alan, yo no era más que el hermano menor de su futuro esposo, un pariente sin atractivo, digno solo de su protección, no de su deseo.

Demasiadas razones, demasiados obstáculos, y sin embargo, la atracción persistía, un susurro traicionero en la oscuridad de mi ser.

Atracción... incluso la palabra parecía un error, un desliz de mi alma. Aunque prefería esa palabra a usar otra.

Estaba decidido a erradicar estos sentimientos, a no ser el patético omega que suspira por lo inalcanzable. Mañana, me prometí, ignoraría a Alan, lo relegaría al olvido.

Instintos (AlanxJeff)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora