E P Í L O G O

132 18 7
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.














Y seis años después de aquel día de Navidad, Yeonjun aún escuchaba campanas cada vez que besaba a su marido. Y cada vez podía jurar que era el sonido más mágico que había oído nunca.

—Vi a Taehyun en el estudio el otro día —Yeonjun de forma conspiradora le susurró en el oído a Soobin. El más pequeño arqueó las cejas.

—¿cuántas veces tengo que decirte que dejes de espiar a tus empleados? —el hombre angelical, dijo con una sonrisa, —y es a Taehyun! ¡Pensé que era tu amigo!

—¡Él lo es! Es sólo que... estaba actuando raro otra vez.

—¿Raro?

—Sabes cómo se pone a veces —Yeonjun respondió con una pequeña sonrisa.

—Ahh... ¿quieres decir que estaba hablando consigo mismo otra vez? —Soobin preguntó, tomando la copa de sidra que estaba en la mesa cercana. Su esposo asintió con la cabeza rápidamente.

—Sí, escuché parte de lo que estaba diciendo... algo sobre delfines.

Soobin casi se atragantó con la sidra en la boca.

—¿D... Delfines?

—Sí —Yeonjun apretó los labios con nostalgia. —y yo habría jurado que el aire por encima de él era brillante. Tal vez la luz del sol era demasiado brillante en la habitación... podría haber estado dañado a su cabeza.

—Sí, tal vez. —Soobin respondió, sonriendo enormemente para sí mismo. Parecía que tal vez otro ángel tendría que ser enviado a la Tierra en un futuro próximo...

—Sabes que nuestro aniversario se acerca, ¿verdad, Binnie? —Yeonjun preguntó, olvidando el tema de Taehyun. Abrazó a su marido y acarició su nariz en el cuello pálido. Soobin todavía tenía el mismo olor – ligero y crujiente y limonada.

—Y la Navidad también —agregó el hombre más pequeño con un puchero. Yeonjun se echó a reír y se inclinó hacia abajo, colocando un rápido casto beso en los labios tentadores.

—¿Qué pasa con ese puchero, Binnie?

—Me preguntaba qué hacer en esta Navidad —dijo el hombre angelical con un suspiro —fue más rápido de lo que yo esperaba. ¡Todavía tenemos que conseguir el árbol! ¡Y algunas decoraciones! ¡Y los regalos para los niños! ¿Le diste a Kai su semana de descanso, como te lo pedí? Ah, y tal vez podamos conseguir algunos nuevos temas de cestas de Navidad para los perros, ellos han crecido. Y que pasa con...

Yeonjun cortó el discurso de su marido con un beso. —No te preocupes por todo esto, Binnie. Navidad va a ser perfecta

—Pero...

—Pero nada —Yeonjun interrumpió una vez más. —Me has dado seis de las navidades más perfectas, seis de los años más perfectos de mi vida. Y pase lo que pase este año, nada de eso va a cambiar.

—Aish, Junnie —Soobin dijo entre dientes, las mejillas poniéndose en un tono feroz de rosa. Pero no podía dejar de estar de acuerdo con las palabras de su marido.

Su vida era absolutamente perfecta.

Todavía vivían en la gran mansión en el centro de Seúl, pero el interior de la casa había cambiado.

Se fue el arte invaluable y las porcelanas. Se fueron las colecciones. En su lugar, las paredes de la casa Choi tenían dibujos sencillos hechos por las manos inexpertas de los niños y los retratos de Soobin y Yeonjun con sus dos hijos hermosos.

Yeonjun había tratado de explicarle a Soobin que las parejas gay en Corea no podían adoptar, pero una expresión en la cara con lágrimas de su marido, y Yeonjun se encontró que no le haría caso a lo que las leyes decían. Después de todo, él era el empresario más influyente de toda Corea, si no es que de toda Asia. Había utilizado sus conexiones (y pagado una pequeña fortuna en sobornos), pero meses más tarde, él le había presentado a Soobin los documentos de adopción. Y una semana después de eso, fueron y recogieron a sus hijos gemelos.

Soobin los había nombrado Beomgyu y Namjoon, diciendo que eran los nombres de viejos amigos – amigos muy, muy viejos – a quienes les debía una deuda. Ellos eran los dos seres más preciosos y ahora, tres años más tarde, incluso cuando rutinariamente ponían pegamento en los zapatos de Yeonjun o perseguían a los perros y conejos por todo alrededor, el empresario se preguntó cómo podría haber existido sin esos pequeños bribones.

Una vez que los chicos habían llegado a la casa, todas las antigüedades francesas y las sillas de respaldo rígido se habían ido. Fueron reemplazados por muebles cómodos y coloridos que llenaron todas las habitaciones, algunos de ellos mordidos y destrozados por las mascotas y los niños. Pero era cálido y confortable y real, e hizo la casa de Yeonjun un hogar.

Pero, Yeonjun comprendió que, no fue realmente el mobiliario lo que había convertido a la mansión una vez fría en un hogar. Fueron los perros y gatos y conejos que constantemente corrían alrededor, persiguiendo algo que se movía constantemente y saltando en los regazos y sillas. Fueron sus dos hijos maravillosos, que podían ahuyentar a sus preocupaciones con sólo una risita o que podían hacer esculturas de macarrones que eran más preciosas que cualquier estatua de millones de wons o baratijas.

Fue Soobin... el hombre angelical a quien le entrego su corazón incondicionalmente cada segundo del día. Quién consoló a su familia con risas sin fin, abrazos y comidas caseras. Quien paseaba con los perros, y anudaba lazos a todos los gatos y conejos. Quién ayudó a sus hijos a hacer galletas de jengibre... y luego decorarlas como monstruos diferentes. Quien siempre guardo la más cálida sonrisa, sus grandes abrazos, y sus más profundos besos para Yeonjun.

Yeonjun pensó que no era posible para él estar más enamorado de su marido de lo que estaba, pero se encontró enamorándose aún más todos los días. Soobin acaba de agregar una cualidad mágica a su vida, y era evidente al mirar en su hogar.

No habia ni un silbato en todo el lugar. Pero había campanas en todas partes, en las mesas, en las puertas cercanas. Había campanas y cascabeles a la hora de la cena, campanas y timbres a la hora del desayunado, tintineo y reloj de campanas, campanas a la hora del té y gongs chinos. Sonaban campanas desde los zapatos y collares de los cachorros. Una campana de vaca llamada a la familia para reuniones.

En un lugar de honor en la mesa en la sala estaba la hermosa campana de cristal que le había comprado Yeonjun a Soobin tantos años atrás. Cada vez que alguien se deslizaba por el pasamanos, la sonaban.

Como puedes ver, Soobin y Yeonjun le habían dado a sus hijos un regalo maravilloso: la capacidad de creer en las cosas mágicas e inusuales y celestiales; creer en el amor, la felicidad, la gente, y sobre todo, creer en las cosas que no pueden ser demostradas – saber en sus corazones que cada vez que suena una campana...

Un ángel recibe sus alas.


















Un ángel recibe sus alas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
🎉 Has terminado de leer 𝓒𝓪𝓭𝓪 𝓥𝓮𝔃 𝓠𝓾𝓮 𝓢𝓾𝓮𝓷𝓪 𝓤𝓷𝓪 𝓒𝓪𝓶𝓹𝓪𝓷𝓪 || 𝓨𝓮𝓸𝓷𝓑𝓲𝓷 🎉
𝓒𝓪𝓭𝓪 𝓥𝓮𝔃 𝓠𝓾𝓮 𝓢𝓾𝓮𝓷𝓪 𝓤𝓷𝓪 𝓒𝓪𝓶𝓹𝓪𝓷𝓪 || 𝓨𝓮𝓸𝓷𝓑𝓲𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora