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Fue recostada sobre el suave colchón mientras su ahora esposo besaba lentamente sus piernas y muslos. Haze unas cuantas horas habían partido de aquella playa en la cual fue su boda.
Llegaron a una cabaña la cual estaba a las afueras de la ciudad de Tokio, esta era rodeada de árboles los cuales sus hojas eran de un color cálido pues era otoño, el viento era fresco y el que lloviera era muy común así que el suelo siempre se encontraba húmedo.
A pesar de que las noches eran frías esta noche era caliente, quizás solo es por el momento ya que los largos dedos de Sanemi se encontraban dentro suyo embistiendo con delicadeza. Sus gemidos no se hicieron esperar inundando la habitación de aquellos sonidos tan lascivos, juraba escuchar el chapoteo de sus fluidos por las embestidas de los dedos del peli-blanco.
Su pecho subía y bajaba desesperadamente.
—S-Sanemi... Por favor... — ¿Que sucede? Cariño.
Arqueo su espalda dejando salir un alto gemido, pues, ya había llegado a su clímax. Comenzó a regular su respirar agitada y entre cortada, Sanemi saco sus dedos completamente empapados por ella y los metió a su boca saboreando en sabor de su amada.
