CAMBIOS

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Los tres estaban parados frente al cúmulo de tierra con una cruz d madera que detonaba tristeza y separación. Elian miraba a su madre que lloraba y no entendía por qué la señora Siara estaba en ese hueco, se ahogaría con tanta tierra. Elliot lloraba desesperado aún con la pala en la mano después de sepultar su cadáver, la buena señora Siara, había marchado para siempre. Karín ayudó al muchacho a levantarse, quien debido al llanto descontrolado caía al suelo. Regresaron a la cabaña que ahora se sentía tan sola. Elliot se adentró en su cubículo y Karín fue a acostar a Elian. Lo abrigó y le acarició la melena cobriza mientras intentaba no llorar ante su hijo.

 -Mamá, ¿por qué la tía Siara no vino a casa? -los niños eran tan ingenuos.

  -Porque la tía está de visita en otro lugar Elian -no sabía como explicarle a un niño de 6 años que una persona no regresaría jamás de la eternidad.

  -¿Cuándo vuelve?

  -Quizás algún día... -le dolía engañarlo pero era mejor así.

  -¿Por qué Elliot llora tanto? Si ella va a volver -Karín volteó la cabeza y dejó caer unas lágrimas que fueron secadas por su mano inmediatamente.

  -Porque no quería que se fuera -se queda pensativo unos segundos.

  -Yo no quiero que te vayas nunca mamá -ella lo abraza.

  -Nunca me iré pequeño -pero tú sí, pensó con honda tristeza. -A dormir que es tarde -lo acuesta y le da un beso en la mejilla. 

Sale y la luna era redonda y luminosa, llenando la noche de brisa fría y triste. Lloró, lloró por la pérdida de la señora tan amable que la acogió en su casa y a su hijo, los cuidó y les brindó su amistad. Ya estaba comenzando a sentir el peso de la maldición de ser inmortal y es que pertenecían al ¨Clan del Adiós¨ dejando a seres queridos en el pasado y despidiéndose para siempre de ellos. Esa noche casi no durmió. Se levantó temprano y vio que no estaba Elliot, era muy temprano para ir a la mina. Salió en su búsqueda y unos pasos más adelante lo vio de pie frente a la tumba de Siara. Se acerca suavemente y se pone a su altura.

  -Pensé que estabas en la mina -dice ella.

 -No regresaré más allí. Sin mamá, venderé la finca y me iré a unirme al ejército del rey Meriades.

-Nosotros también nos iremos -el chico la miró de pronto, desde hacía un tiempo había comenzado a sentir cosas por ella, pero solo lo veía como un hermano.

  -Pueden venir conmigo Karín, rentaré algo en el pueblo y viviremos los tres -le toma la mano -puedo cuidarlos, lo juro -ella sonríe.

  -Lo siento Elliot, pero debemos tomar caminos diferentes, mi prioridad es Elian y sólo quiero dedicarme a él. Cuídate mucho y si me necesitas, búscame -se acerca y le da un beso en la mejilla, luego se aleja hacia la cabaña.

 -Pero... -las palabras quedaron suspendidas en el aire, ella tomó una decisión y seguiría adelante.

Después de las tristes despedidas, ella y su hijo marcharon, dejando recuerdos hermosos y agradables en esa cabaña. Debía empezar un nuevo camino junto al niño, quien donde estuviese su madre, estaría él. Marcharían al reino de Meriades, supo que Leilia estaba ahí, una Jorsh nunca pasa desapercibida y quería verla, lo necesitaba. Llegaron a una estación, el tren estaba por abordar y no quedaba espacio, se le ocurrió la idea de subir al vagón de mercancía que sería transportada al pueblo. Trepó a Elian primero y después ella sin ser vista. Caminaron en silencio por entre las cajas, una silueta estaba del otro lado y ella no se había percatado, caminaban en la misma dirección errante hasta chocar cara a cara uno con otro.

El Clan del Adiós Donde viven las historias. Descúbrelo ahora