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En una sala oscura de una fortaleza de la Nación del Fuego, Azula se encontraba de pie frente a un mapa extendido sobre una gran mesa de madera. Su mirada fría y calculadora observaba cada detalle mientras Zhao, con una expresión de malicia, la escuchaba atentamente.
─Zhao, sabemos que Zuko ha encontrado refugio en el Reino Tierra ─comenzó Azula, su voz firme y autoritaria─. No podemos permitir que siga huyendo. Su existencia es una amenaza para mi ascenso al trono.
Zhao asintió, su mente ya maquinando los detalles del plan.
─¿Qué sugieres, Princesa Azula? ─preguntó, ansioso por demostrar su lealtad y ganar favor en la corte.
─Zuko siempre ha sido impulsivo, pero ahora tiene algo que lo hace más vulnerable: su apego emocional a esa princesa desterrada de la Tribu Agua ─dijo Azula, señalando una región específica en el mapa─. Debemos aprovechar esa debilidad.
Zhao sonrió con astucia, comprendiendo las intenciones de Azula.
Azula negó con la cabeza, sus ojos brillando con una peligrosa inteligencia.
─No. Eso sería predecible. En lugar de eso, utilizaremos la información y el engaño para separarlo de sus aliados. Convenceremos a las autoridades del Reino Tierra de que Zuko y su grupo son una amenaza, obligándolos a huir de nuevo y desgastándolos poco a poco ─explicó Azula─. Mientras tanto, tú y tus tropas los seguirán, listos para atacar cuando estén más vulnerables.
Zhao asintió, admirando la astucia de Azula.
─Entiendo, Princesa. Empezaré a movilizar a mis hombres y a difundir la información necesaria en el Reino Tierra ─dijo─. No fallaré.
Azula sonrió, satisfecha con la determinación de Zhao.
─No esperaría menos. Pronto, Zuko será solo un recuerdo, y el trono de la Nación del Fuego será mío sin oposición ─concluyó, sus ojos reflejando una ambición sin límites.
En la cabaña donde Zuko, Nyla e Iroh se habían refugiado, la noche había caído, y una tranquila brisa nocturna envolvía el lugar. Iroh había salido para recoger algunas hierbas y suministros, dejando a Zuko y Nyla solos por un tiempo.
En el interior, una cálida luz provenía de una pequeña lámpara de aceite, proyectando sombras suaves en las paredes de la cabaña. Zuko y Nyla se sentaron juntos en un rincón, el ambiente cargado de una tensión dulce y expectante.
─Es raro tener un momento a solas, sin preocupaciones inmediatas ─dijo Zuko, tomando la mano de Nyla.
─Sí, es como si el mundo exterior desapareciera por un rato ─respondió Nyla, acercándose un poco más─. Me alegra que tengamos este tiempo para nosotros.
Zuko miró a Nyla a los ojos, sintiendo una conexión profunda que iba más allá de las palabras. Se inclinó hacia ella, sus labios encontrando los de Nyla en un beso suave y lleno de ternura. El beso se profundizó, y ambos se dejaron llevar por el momento, sus corazones latiendo al unísono.
Las manos de Zuko se movieron con delicadeza, acariciando el rostro de Nyla y luego deslizando sus dedos por su cuello y hombros. Nyla, sintiendo la calidez y la seguridad de sus caricias, correspondió con igual intensidad, sus manos explorando el pecho de Zuko, sintiendo cada músculo bajo sus dedos.
─Nyla ─susurró Zuko, con voz entrecortada─. Eres todo lo que he deseado y más.
─Zuko ─respondió Nyla, con los ojos brillando─. Te amo más de lo que jamás imaginé posible.
Se recostaron en los almohadones, sus cuerpos entrelazados, explorando cada rincón de su intimidad con una mezcla de pasión y ternura. Cada beso, cada caricia era una promesa de amor eterno, un compromiso silencioso de enfrentar juntos cualquier adversidad.
El tiempo pareció detenerse mientras Zuko y Nyla se entregaban el uno al otro, encontrando consuelo y felicidad en su unión. La cabaña, aunque modesta, se transformó en su refugio de amor, un lugar donde podían ser simplemente ellos mismos, sin títulos ni expectativas.
La noche avanzó, y cuando finalmente se quedaron abrazados, sus respiraciones sincronizadas, supieron que no importaba lo que el futuro les deparara. Con su amor y su compromiso, podían enfrentar cualquier desafío, siempre y cuando estuvieran juntos.
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