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Sin medir el tiempo, la noche había caído en la ciudad de Alemania, cubriendo de un oscuro el cielo. Las estrellas brillaban más de lo normal, la luna era llena, reflejando un recuerdo en el Bill. No midió la hora, y sin darse cuenta, había pasado toda la tarde observando el mar en un intento de soportar el engaño por Tom.

Para ser casi las doce de la media noche, se dirigió a casa, cansado y muerto. Camino a pasos muy vagos, demorando casi una hora para llega a casa. Subió las escaleras del apartamento, tropezando en el intento. No quería ver a Tom, solo quería pasar de largo y sumirse en un largo sueño. Antes de llegar a su departamento, su mente recordó la sorpresa de Tom, el mismo que se le había olvidado por completo.

En este caso, poco le importaba si se molestaba o no. En su aniversario, Tom se inmutó en llegar por pasar un mejor rato con su amante. Mientras que en este caso, Bill se fue a un lugar solo, para intentar pensar con claridad.

Cosas muy distintas.

Después de una larga subida de escalones, llegó a la puerta de su casa. Sus sentimientos temblaron, suspiro lo más que pudo, llevando la llave a la cerradura de la puerta, metiendo la llave y girando a un lado. Abrió la puerta, encontrándose con la casa en oscuridad. Sonrió, creyendo que Tom estaría dormido, sin molestarlo. Dejo caer su bolso en el sofá para dirigirse a su habitación, sin llegar a ir cuando repentinamente la luz de la sala se prendió.

—¿Dónde carajo estabas?– se quedó en blanco al oír la voz de su esposo detrás suyo. Se giro, encontrandolo pegado en la pared, con la mano en el interruptor.

— Salí a darme un tiempo para pensar.– susurro, sin mirarlo. Tom apretó sus labios, asíntiendo con la cabeza, sin creer lo que le decía su pareja.

—¿Y tu crees que te voy a creer? Te dije que te tenia una sorpresa y a ti te importo poco. ¿Por qué? ¿Acaso te llamo tu amante para probar tu culito?

El corazón del azabache se detuvo un segundo al escucharlo. Levantó el rostro, sorprendido e indignado ante lo dicho. No podía creer que Tom llegaría hacer tan hipócrita para hablarle así.

— Yo no tengo ningún amante, solo salí a pensar un poco. Y lo siento por no llegar, se me olvido tu sorpresa.– Trago saliva.— Además no tienes ningún derecho a hablarme así.

— No me quieras ver la cara de estúpido Bill, estoy seguro que te regalas a cualquier hombre que se te pone adelante. Le muestras tu culo y estos se tiran a ti, eres como una perrita juguetona en celo.

Tom desprendió su cuerpo de la pared, caminando erguido hacia Bill, mientras que este retrocedía del miedo hasta quedar pegado en la pared del otro extremo, encerrado entre Tom. Tembló de miedo y a la vez de cierto coraje.

—¡No tengo ningún amante! ¡Soy tu esposo, respetame!– Tom río.

—¿Quieres que te respete? ¿Por qué debería hacerlo? Si se que con esa cara de imbecil te vendes a cualquiera que te de unos sentavos. Por eso no quieres que te toque, porque ya tienes marcas de otros.– con cada palabra mataba más a Bill, dejándolo sentir como una basura completa. Tom seguía escupiendo cerca a la cara de Bill, encerrandolo entre sus brazos al lado de su cabeza.

En ese caso, Bill no se quería callar, quería hablar, quería dejar salir todo lo que tenía guardado para no matarse el alma al guardar tantos secretos.

— Yo no soy como tu....– su voz se quebró al hablar, observando fijamente a Tom a los ojos, notando como este temblaba con su respuesta.— Yo no te soy infiel, yo no tengo un amante. Yo si te amo.

Tom entre abrió los labios, soltando aire sin saber que responder. Sabía que estaba acorralado, y no era tan tonto para darse cuenta que Bill ya sabía toda la verdad, que era consiente de su cruda realidad.

— Ya sabes de él.– sin asco, sin algo de empatia, solto frío y seco en la cara de se amado, olvidando que este traía sentimientos, que Bill si lo quería.

— Eres de lo peor...– la mirada de Bill estrelló entre aguas, su voz se quebró. No podía creer que Tom, su esposo, hablara tan fresco delante de él, sabiendo que le era infiel.

— Él no es una perrita como tu. El si se hace respetar, a él si le demuestro el amor que te deje de mostrar a ti.

Ya no más, eso era muy cruel...

Los ojitos del moreno no se apartaban de los de Tom, al borde de la lágrimas. Su barbilla temblaba como gelatina escuchando el despreció y la indiferencia que le tenía Tom. El mayor sonrió al ver como lo tenía entre sus manos, como lo torturaba con cada palabra. La mano de Bill se abrió a su costado, cansado y ya enfermo de ver como era tratado como lo peor del mundo por todos. Sin algo de remordimiento, estalló la palma de su mano en la mejilla de Tom, girando su cara de un solo golpe. Tanto la mejilla de Tom como la palma de Bill daban punzadas y se volvían rojas.

Sus ojos se abrieron al darse cuenta de lo que había hecho, lo que nunca creyó hacerle a su esposo. Tom al sentir el golpe, fue como si se tratara de un caricia, no le inmutó en nada, en cambio, fue lo que lo enfureció. Giro su cabeza y miró a Bill, está vez sin sonrisa, está vez su mirada era penetrante y sádica.

— Creo que debes saber como respetarme.– y sin darle tiempo de reaccionar a Bill, lo sujeto de atrás del cabello, jalando para abajo, asiendo gritar de dolor al menor.

—¡Sueltame, me estas lastimando...!– grito de dolor, si tiendo como este estrujaba más fuerte el agarre. Llevo sus manos detrás de su cabeza, intentando sujetar la mano de Tom para que lo saltara, sin conseguirlo. El miedo se adueñó de su cuerpo.

— Vamos a ver que tanto te dejas follar por mi, como te dejas con los demás, perra.

En este momento Tom había perdido la cordura, sin darse cuenta de lo que estaba a punto de hacer con su esposo. Tomó impulso y tiro a Bill hacia delante, tirandolo cerca a la puerta de su habitación, sin hacerlo caer. Bill al ya no sentir las manso de Tom intento correr, pero fue tarde cuando nuevamente fue sujetado del cabello y siendo tirado hacia dentro de la habitación. Al ver como poco a poco se iba acercando a la cama dejó escapar un sentimiento de horror, sin querer creer que Tom estaba a punto de hacer lo que pensaba.

—¡No, sueltame! ¡Déjame, Tom. Porfavor!– grito sin obtener respuesta. Ya sin nada de fuerzas, su cuerpo fue arrojado a la cama, cayendo de espalda. Inmediatamente, Tom se subió encima de Bill, teniéndolo abajo de él, sonriendo como un loco.

Las lagrimas de Bill comenzaron a salir como locas. Quería morirse ahí mismo. Sin embargo para Tom era divertido ver la agonía de su esposo, que sin importarle, se tiro a su cuello, mordiendo de él.

— Debo marcarte como mío, haber si te cabe en el cerebro que solo yo puedo tener un amante.

Ese no era el Tom que Bill conoció, de eso estaba seguro. Aquel que tenía encima suyo, apunto de abusar de él era un impostor disfrazado del amor de su vida.

— Sueltame...

— Veremos que tanto me has extrañado.

— Tom, ya.... sueltame, me estas lastimando.

— Eres mio, Bill. Te lo dejaré claro.

— Me estas rompiendo Tom, déjame...

Todas esas súplicas no sirvieron de nada, Tom solo se las pasó de largo, devistiendo a Bill, rompiendo su ropa. Y al creer que este se pondría duro para no hacerlo tuvo que llegar a la medida extrema de amarrar sus manos con una bufanda, para hacerlo más fácil. Abrí las piernas de Bill a la fuerza, colocandolas encima de sus hombros.

Pudo haber soportado golpes, gritos, engaño, todo, todo menos el abuso de Tom. Nunca se había imaginado que esto sucedería, nunca imagino que la persona que mas amo sería capaz de romperlo por dentro. Sus gritos no eran suficientes en ese momento, muy dentro de él, todo se desgarraba.

Algo tenía que pasar para que Bill soltara esté dolor, pero nunca se imagino que de esa manera lo dejaría ir.

Pronto su dolor sanaria. Muy pronto...

"Tu eterno regreso"

Tu eterno regreso | Toll |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora