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Un nuevo día, nada impresionante para la pareja. Era lo mismo. Siempre lo mismo.

— Oye, Tom.– llamo Bill. Ambos se encontraban desayunando en casa, disfrutando el único momento en el cual podían pasarlo junto. Tom levantó la cabeza, conectado mirada con su esposo.

—¿Que?

— Ehh... te quería pedir perdón por lo de ayer, no era mi intención interrumpir lo de anoche.– el mayor doblo los ojos, indignado. Aún estaba molesto por la repentina decaída de Bill.

— No tienes que disculparte, creo que tuviste motivos.– agregó.— motivos que no entiendo.

Ahora era donde Bill quería gritarle en su cara lo sinico que podía a llegar hacer, él sabía lo que estaba haciendo, sin embargo seguía fresco, besando a su esposo. El menor sintió sus piernas temblar debajo de la mesa, al igual que su barbilla. Sus uñas de la mano derecha, fueron corrompidas por la mano izquierda, la cuál se encargo de romperlas sin que Bill se diera cuenta.

— Fueron cosas mías, lo siento...– bajo la cabeza.— Más bien, no se si te apetesca ir un día de playa, hace mucho tiempo que no salimos. No sé, tal vez, tu y yo...

— No, no y no.– fue interrumpido por la negación de Tom. Bill cerró la boca, sin declamar una sola vocal, sintiéndose inútil. Tom lo miró, algo molesto para aclarar.—¿Acaso no sabes que tengo un trabajo?

— Si pero...

— Pero nada, no puedo ir.– tiro de su silla para atrás. Bill sintió el rechazo nuevamente. Sus sentimientos se revolvian bruscamente sin encontrar alguna sola para trasmitir.

— Entiendo, discúlpame.

— Bill...– el menor agacho la cabeza. Tom se dio cuenta de aquello, y aún sin creerlo, sintió algo de pena. Con temblor y miedo, y también algo de asco, llevo su mano a la rodilla de su esposo, agitandola.— Mira, no quise hacerte sentir mal, solo que no tengo tiempo, ya sabes, mi trabajo.

Si, su trabajo...

— Oquei, no te preocupes.– Bill levantó su mano a la mejilla de Tom, la acaricio y llevó sus rotos labios a los de su esposo, provocando un casto beso.— Espero que un día podamos pasarlo juntos.– sonrió.

— Seguro.– sonrió de lado. Él, Tom, sabía que eso no iba a suceder.— Más bien, tu deberías salir. Como me dices que quieres ir fuera de casa, tal vez deberías ir a las plazas o centros comerciales.

— Es una buena idea.– ambos mostraron una sonrisa.

Tom volvió a unir sus labios, volviéndolo uno solo. Fue algo pasivo, algo tranquilo que no sentía luego de tiempo. Las manos del mayor fueron bajando hasta la cintura de Bill sin ser consiente de ello. El beso "pasivo" se fue convirtiendo en uno más rudo. Las manos de Bill se enredaron en el cuello de Tom, elevándo su cuerpo de la silla, casi sentándose en el regazo de su marido. Por el lado de él de trenzas, cada que acariciaba las caderas y muslos de Bill recordaba un solo nombre, una sola persona...

La saliva de ambos se fue mezclando, escurriendose por ambas barbillas. Sus lenguas luchaban por ver cuál ganaba y cuál era dominada, Bill iba perdiendo.

— Aahh...– gimoteo el menor. Se separo del beso con un hilo de saliva en su comisura. Tanto como Bill y Tom tenían los labios hinchados y rojos, respirando a bocadas. El menor tenía sujetado el pecho del mayor, intentando respirar por aquel beso.

— Creo... creo que debo irme.

— Si, debes irte de una vez, o sino terminaremos en la cama.

— No suena mal.– bromeo. Bill solto una carcajada.

Tu eterno regreso | Toll |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora