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—¿Cuanto más le durará su estúpido berrinche?

Tom se encontraba dando vueltas desesperadas por toda la casa, abrumado de no saber nada de Bill, él cual no llegaba desde la tarde y ya era muy noche. Todas esas horas estaba más que confiado que Bill estaba realizando otros de sus "berrinches" y que pronto regresaría a casa. Pero aún no llegaba y era muy noche, algo que sin pensarlo, tenía preocupado a Tom.

Unas horas más concluyeron, y ya era el otro día, y aún Bill no abría aquella puerta de madera. Esto ya no era algo normal para Tom, Bill nunca lo había hecho.

{♡}

En su grande desesperación al ya haber pasado dos días en los que no sabía absolutamente nada de Bill, recurrió al oficial de policía, rogándole que encontrara a Bill. Porque aquello ya no era un berrinche normal para Tom.

—¿Dices que tuvieron una discusión?– hablo el oficial, paseándose por toda la casa con Tom detrás suyo, angustiado.

— Si... bueno. Como cualquier pareja discutimos, pero el nunca se había desaparecido dos días.

— Tom.– el oficial se giro a mirarlo.– Tal vez Bill decidió irse de casa.

— No oficial, no se llevó nada. Él... él salio corriendo sin nada, solo se fue y no regreso después de eso. No tenia ni adonde ir. Porfavor, encuentrelo... lo necesito en mi vida...

— Esta bien, haremos la investigación.– Soltó un suspiro.– Pero sigo diciendo que tal vez se haya ido de la casa sin sus cosas. Ya saben como son los sumisos y sumisas de dramáticos.–sonrió bromista. Tom arrugó la frente sin tomárselo a la broma.

Asintió algo tranquilo de saber que buscarían a Bill. El oficial decidió retirarse, dejando a Tom sólo sumido en sus preocupaciones. Tenía esa necesidad de estar con Bill, esa rara sensación que nunca había sentido en esos doce años de compromiso. Tiro su cuerpo al sofá, rendido y consumido por el estrés con la única esperanza a que Bill tocara esa puerta, para poder abrazarlo y besarle. Su presencia nunca le había hecho tanta falta.

Repentinamente, como por arte de magia, la puerta sonó. Nunca hubo más adrenalina en el cuerpo de Tom como ahora. Una enorme sonrisa se formo en su rostro de imaginar que por fin Bill había llegado. Como si de una bala se tratara, corrió a la puerta, abriéndole y topandose con algo decepcionante para sus ojos.

— Hola, amor.– la sonrisa tan sincera de Tom se esfumo al ver que en vez de tener a un Bill delante suyo, tenia en cambio a un tierno Gustav.

— Ah, hola.– blanqueo los ojos, más estresado de lo que cabía.

— Hace dos días que no se nada de ti  así que decidí venir a visitarte. ¿Esta Bill?– el apretón de la puerta se hizo más fuerte con la pregunta de Gustav algo salida del lugar.

— No, no se nada de él hace dos días.

— Oh, pues vaya. Por fin nos va a dejar en paz ese tipo.– y como Pedro en su casa, ingreso de lo más normal. Tom se había llenado de coraje con lo dicho por Gustav, tanto que se dirigió a él, jalando su brazo con tanta fuerza.

—¿A que has venido, Gustav?– refutó en tono feroz.

—Ya te dije, vine a visitarte. Hace dos días que no me llamas y no se nada de ti.– Tom apretó los ojos, respirando.

— Hace dos días que yo no se nada de Bill, no pude llamarte porque mi cabeza está en otra cosa.— una sonrisa salió de Gustav y una ceja encorvada de Tom, el cual no entendía por que la risilla.

—¿No me acabas de decir que se a ido de casa?

— Si, osea...— grito frustrado.– Si, se fue de casa, pero sin sus cosas, desapareció, no se nada de él y estoy preocupado por eso mismo. ¿Me dejo entender?— por fin, Tom solto el brazo de Gustav cuando este asintio. Al vez fue dirigiendose al ventanal de su casa para tratar de calmarse.

—¿Y desde cuando te importa su vida?

—¡Es mi esposo, Gustav! ¿Que te pasa?– reclamo frustrado al oír las frescas palabras de su amante. Paso una mano por su cabello y reposando su cuerpo con el sofá. La boca de Gustav se abrió llena de sorpresa al oírlo, no podía creerlo.

—¿Tu esposo?– recalco delante de él.— No Tom, tu esposo soy yo, yo me casaré contigo. El es tu diversión.– los ojos de Tom se dilataron de sorpresa y de gracia que le hacia escuchar las palabras de Gustav. Mesio su cabeza a un lado, irónico.

—¿Mi diversión?– Soltó una risa que dejó helado a Gustav.— Gustav, creí que eras más inteligente, pero ya veo que no. Bill nunca fue mi juego. Pensé que te había quedado claro en ese cerebro,– y antes de seguir, empujó con sus dedos, el sien de Gustav, dañandolo.— que tu eras el otro.

—¡No!– grito. Eso era mucho para su alma, tanto que estaba al borde del llanto.–¡Yo nunca fui tu diversión ni el otro! ¡Tu y yo nos vamos a casar, Bill es el otro!

Fue lo que rompió la estabilidad de control de Tom, el cual cogio nuevamente el brazo de Gustav que una furia indescriptible llevando su mano a la mano de Gustav, específicamente al dedo anular que portaba el anillo que este mismo le había regalado.

—¡Toma tu mierda!– al retirarlo por completo, se lo tiro a la cara.–¡Nunca más quiero verte! ¡Lárgate de mi vida!

La barbilla del rubio temblaron sintiéndose débil y tan ingenuo de haber creído en Tom todo este tiempo. No dijo nada más, solo dejó salir sus lágrimas y miró por última vez a Tom, dirigiendose a la entrada. Justo en ese momento, se detuvo y giro a mirar a Tom, acercándose a él y quedando cara a acara con su rostro empapando su rostro.

— Ojalá... ojalá que te pudras en el infierno y que nunca encuentres al idiota ese.

Apretó sus dientes y una vez terminado sus últimas palabras crueles y maldecidas, se marchó. Tom sólo hacía que la gente se alejara de él...

Bufo harto y cansado, cayendo al sofá muerto de furia y de frustración. En su mente, por primera vez cabía Bill, todo sus recuerdos y sus pensamientos eran sobre su esposo, dejando del lado todo lo demás. Que buen esposo. ¿No?

Ya era muy tarde para serlo...

"Tu eterno regreso"

Tu eterno regreso | Toll |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora