Epilogo

220 27 12
                                    

¿Cuanto tiempo había pasado?

¿un año? ¿Cuatro? ¿Siete? O diez...

Diez años sin poder encontrar a Bill, sin tener un rastro de él. Diez años en los que Tom siempre se preguntaba a donde pudo ir a parar Bill, teniendo a la policía en un supuesto suicidio pero sin creerlo.

Porque Tom tenía esa esperanza de poder encontrar a Bill. Su regreso se hacía eterno, no llegaba. Y aún así, esperaba su eterno retorno de Bill.
Siempre iba a ese lugar tan especial, donde fue que le pidió matrimonio a Bill. Quedando horas sentado observando y contemplando el mar con una fuerza indescriptible que raramente lo llamaba.

Él no sabía que estaba tan cerca y tan lejos de su amado.

Tampoco supo nada de Gustav después de la última visita que este le dio hace diez años. Prácticamente había perdido todo, ahora su único acompañante era la soledad, sin tener a nadie a su lado. Su ego había sido más fuerte que su razón y en base a eso, había perdido a dos personas que realmente lo amaban.
Hoy, Tom se encontraba sentado en el sofá de su casa, la misma que compartía con Bill. Pensando en que era lo que había pasado en estos años, todo lo que había perdido, las oportunidades que las dejó ir. Aún conservaba la ropa de Bill, sonriendo al verla como si este fuera su esposo.

Tal vez aún tendría aquel anillo de compromiso, pero su error fue haberlo retirado de su dedo para tirarselo a la cara de Bill como cualquier cosa. Tanto su razón, como su aspecto físico habían cambiado en estos años. Se había deshecho de sus trenzas, su rostro perdió forma, ahora contaba con ciertas arrugas y una enorme barba. Faltaban ya tres años para los cuarenta, y muchas veces pensaba como se vería Bill actualmente en el lugar donde se encontrase.

Era la necesidad o esa sensación de saber de Bill, de su hermoso esposo que dejó ir, que maltrato y abuso múltiples veces sin algo de remordimiento, como esos pensamientos y recordatorios lo comían y sin percatarse al momento como su puerta sonó. Cada vez que escuchaba como tocaban de estas, no podía evitar esa sensación de emoción y sublimesa recorrerle el cuerpo, con la esperanza de tener delante suyo a Bill. Hecho bala, se fue corriendo a la puerta, pero como siempre, la persona hallada ahí no era lo que esperaba, siempre era aquel oficial que seguía con la búsqueda de Bill, uno nuevo, ya que el los anteriores dejaban la investigación por el tiempo que no se sabía de Bill.

— Tom.

—¿Encontraste algo?

No lo dejo hablar, interrumpió para tener una nueva respuesta. Esta vez él rostro del oficial era uno muy distinto a las veces anteriores, esta era más apagada, con cierto sentimiento de remordimiento.

— Si, encontré algo nuevo.– acepto.– pero antes te quería dar esto...– Tom estuvo atento al movimiento del oficial cuando llevo su mano a uno de los bolsillos de su chaqueta, retirando de este una pequeña bolsa con unos aros oxidados de este.

—¿Que es eso?– pregunto con un temblor al tenerlo entre sus manos. Era una sensación de recordarlo, era como si ya lo hubiera visto antes, pero no sabía dónde.

— Son unos aros.– respondió. Suspiro y ya dispuesto a decir lo que debía.– Tom, hemos encontrando un cuerpo sin vida en el mar de la ciudad... pero, este cuerpo tiene años de estar ahí, su rostro está irreconocible.

Era escuchar, con la única esperanza de no obtener esa respuesta que no quería aceptar.

—Hemos hecho unas investigaciones y hemos podido hallar de quien se trataba gracias a sus huellas digitales.

—¿De quien era el cuerpo?– el oficial suspiro.

—Era de Bill.

Fin.

Tu eterno regreso | Toll |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora