Se sabe que el rey de las maldiciones es una persona sin sentimientos, aquel que llegaría a matar a quien sea sin tener compasión y remordimiento.
¿Qué es lo que podría pasar si alguien llegara a su vida a cambiarle hasta su forma de pensar?
En est...
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Al principio que si me percaté de que se lastimó, sentí una gran necesidad de matar al responsable de esto, pero dijo que no fue nadie y al ver que fue sincera tuve que comprimir esas emociones. Me parece tan extraño que me comporte así con una estúpida humana.
¿Será que acaso tenía algo el pastel que ella me preparó?
En cierto modo, tenía planeado asesinarla al término de todo esto, pero... no lo sé, no sé qué decir hasta este punto, su cabello es tan fino y suave como la mismísima seda, están insignificante y frágil como todos los demás pero hay algo en ella, que hace que la destaque de los demás.
El tiempo que he pasado con ella me ha sido en cierto modo divertido.
Ahora que estoy aquí, ella tratando de ocultar mis marcas de maldición, es raro, no sé cómo expresarme, aunque no me agrada mucho la idea de que estos seres me dejen de tener miedo...
Lástima que al final tendrá que morir..
¿Y bien? ¿Qué tal quedó Sukuna? -Sonríe y le da un espejo-
Soy realmente otra persona muy diferente... - observa su rostro a través del espejo -
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Oh, cierto, me faltó algo muy importante! -se posiciona detrás de Sukuna y toma delicadamente su cuello- también tienes acá.. -empieza a tapar las marcas detrás de su cuello-
Matarla?... Tal vez no lo haga...
Por la tarde, en la habitación dé Drizella
¿Por qué trataste de entrar hasta alla? -pregunta Anastacia con una taza de té en sus manos- ¿No crees que estás juzgando muy mal a Cenicienta?..
¡¿Acaso tú también estás con ellos?! -mira a Anastacia desde su tocador-
Estás algo paranoica Drizella... -se levanta de la silla que estaba- Tal vez deberías descansar más.. -sale de la habitación-
