Se sabe que el rey de las maldiciones es una persona sin sentimientos, aquel que llegaría a matar a quien sea sin tener compasión y remordimiento.
¿Qué es lo que podría pasar si alguien llegara a su vida a cambiarle hasta su forma de pensar?
En est...
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Tal vez esto de no estar bajo presión gracias a Lady Tremaine me ayude un poco a relajarme.. -piensa mientras alimenta a algunos animales del establo- Incluso creo que no se darán cuenta si no lavo la ropa.. mejor la plancharé y ya... -se detiene y observa hacia el tejado, donde no se llega a ver nadie- E incluso.. Pasar tiempo con alguien.. -suspira- ¡Ya se! Haré un pastel, como el que tanto le gusta! -deja el alimento y sale apresurada hacia dentro de la casa, toma algo de dinero y las llaves de la casa y se va en dirección al pueblo-
Cada vez la presión social avanza más por el miedo a que ese ser vuelva a parecer, se dice que ya no se ha visto por un cierto periodo de tiempo, dicen verlo aunque no esta comprobado al 100%
Las autoridades incluso llegan a observarnos más de lo normal, como si alguno de nosotros trabajáramos para él o algo así.
Pero en cierto modo está bien, ha habido menos delincuencia, desde aquella vez en el callejón. Aunque las patrullajes de las autoridades sean más recurrentes, no me agrada la manera en la que nos ven, incluso se han llevado a algunos inocentes con ellos..
Sé que aquí la responsable soy yo.. debería entregarme o entregarlo.. pero hay algo en mí que lo impide.. no es malo después de todo, solo hay que darle una segunda oportunidad.. Aunque es cierto, en su aspecto, actitud o incluso en sus ojos, cualquiera pudiera pensar que alguien como él.. no merece incluso algún tipo de juicio... simplemente la muerte.
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Que ingrata es la gente -piensa para luego suspirar- ¿Qué precio tiene la azúcar señorita? -mira a la vendedora del otro lado del mostrador-
Vale a 20 euros jovencita -toma un frasco del misma-
Umh.. -saca varias monedas de su bolsillo y empieza a contarlas y al saber que no tiene las suficientes se empieza a desanimar poco a poco-
Yo lo pagaré por usted señorita.. -llega detrás de ella un chico apuesto, con una camisa blanca, pantalones cafés y con una sonrisa suave- No se preocupe -paga el frasco de azúcar y se lo da a Cenicienta-