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Ahora sí que era la hora de ir a buscar a Lian, pero su madre estaba un poco atormentaba por los acontecimientos que habían sucedido hace un par de horas.

Caminaba con la cabeza gacha, pensando y pensando. Dando vueltas a todo lo que había pasado y que iba a hacer al respeto. Cien voces le hablaban a la vez y todas en el interior de su cabeza.

Como le diría a su marido? Se lo diría? Sería posible que su hija perdida había sido encontrada? Ella sabía que le había afectado cuando desapareció, aunque no lo mostraba para nada, pero había algo extraño en su manera de procesar los hechos, como si una sombra le siguiera y ella no fuera capaz de aplicar ni una chispa de luz a esa sombra que parecía comerle por dentro, pero ella no tenía ni la menor idea de lo que la podía haber creado.

La calle estaba desierta y el sonido de sus pasos era lo único que aportaba sonido a su caminata.

Observó el verdor de los árboles y una pequeña grieta en el suelo de la carretera.

Se había quedado mirando la grieta y como de esta salía una pequeña flor blanca y amarilla cuando de repente un camión de bomberos la tapó. Esto y el estruendo que hacía la sirena la sacó de su pequeño trance y cuando el camión pasó vio que las ruedas no habían chafado la bonita flor. Siguió el camión de bomberos con la mirada hasta que dobló la esquina y con esto desapareció de su campo de visión.

Devolvió la mirada a la flor y sonrió y al instante se sintió tonta. Miró al suelo y siguió caminando.

La chica de los ojos rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora