Ding-dong!
La madre de Maya acudió a abrir la puerta a Ivy.
- Buenas tardes. - Murmuró Ivy sin levantar la vista del suelo.
- Buenas tardes, Ivy. Maya te está esperando en su cuarto. Has venido justo cuando iba a volver a hacer unas galletas que hice el otro día y me quedaron riquísimas, luego os las subo - Dijo con una media sonrisa.
Ivy le dio las gracias y subió las escaleras más bien rápidamente hasta llegar a la habitación indicada.
Se quitó los auriculares y llamó a la puerta ya abierta antes de entrar y dirigirle una sonrisa tímida a Maya que estaba leyendo un libro tumbada en la cama.
Era una habitación acogedora, con las paredes llenas de pósteres, luces y fotos. Unos leds pegados al techo y a la pared que le daban a la sala un toque moderno.
- Ei. - Saludó Ivy
- Ei. - Respondió Maya al mismo tiempo que agitaba la cabeza sin quitar la vista del libro.
Ivy se quedó unos instantes en la puerta. Había entrado muchas veces ya en la habitación y siempre tenía la misma sensación de entrar en otro universo, en el mundo especial e íntimo de Maya.
- Bueno, comenzamos? - Preguntó Maya a la vez que se levantaba y dejaba el libro en la mesa.
- Emm, sí, claro. - Ivy sacó los rotuladores que había traído y la otra la cartulina y el ordenador.
Maya miró como Ivy extraía de la mochila los rotus y un par de lápices de colores. Esta le devolvió la mirada muy tarde, ya que a la vez ella ya la había apartado y miró al suelo con un extraño sentimiento de culpa que le oprimía el pecho.
Se pusieron manos a la obra y en menos de una hora y media ya tenían el proyecto acabado.
De repente, la madre de Maya entró después de picar.
- Hola, chicas, como vais?
- Bien, mamá, ya hemos acabado, igual jugamos a algo ahora, no? - Respondió Maya mirando a Ivy
- Sí, claro, por qué no. - Contestó.
- Bien, bien - Dijo la madre de Maya sonriendo. - Ay! Las galletas! Se me ha olvidado! Ahora os las hago, es que he estado muy liada haciendo otras cosas y me he olvidado!
Y dicho esto cerró la puerta de un golpe y desapareció escaleras abajo.
- Tu madre es muy maja - Comentó Ivy por decir algo
- Sí.
Hubo un momento de silencio y Maya se incorporó para mirar a Ivy.
Estaban las dos en el suelo con la cartulina y los rotuladores esparcidos por la habitación.
- En realidad no me has contado mucha cosa de tu madre.
- No hay mucho que contar.
- Ya, pero algo sí, no?
Ivy soltó un suspiro suave y se alejó un poco.
- Llevamos semanas quedando y siento que no se nada de ti. - Insistió Maya.
- Mi vida tampoco es tan interesante.
- Y la mía tampoco! Pero te la explico, porque es lo que hacen las amigas! Si vamos a serlo me tienes que explicar cosas!
- Quién ha dicho que necesito una amiga? - Respondió Ivy bruscamente. La otra la miró sorprendida y empezó a enfadarse. Un momento de silencio incómodo se puso entre ellas hasta que Maya contraatacó:
- Perdona? Solo estaba intentando ser amable, sabes? No es fácil la vida en un instituto como ese y pensaba qué igual agradecerías un poco de ayuda.
En este punto las dos estaban enderezadas y con fuego en los ojos.
- Es que no lo entiendo - Prosiguió - Porque eres tan distante?
- No tienes otras amigas o qué? A caso tú no estabas sola antes que yo entrara en el instituto y pensaste que yo podría ser una buena manera de combatir tu solitud?
- Cómo?! En serio me vienes con esto? Yo estaba perfectamente, sabes? Antes de que vinieras. Soy muy sociable, no como tú. No hablas con nadie! Tienes razón, ha sido una tontería intentar ser amiga de alguien que no sabe ni quiere tener amigos.
- Igual todo esto es un error.
- Solo era un trabajo.
- No me tendrías que haber propuesto que lo hiciera contigo.
- Y dale! Pues igual no! No mereces tener amigas!
- Tú no las tienes y por eso solo me has buscado a mí!
- Ah! Mentirosa! Que vas a saber tú?! Eres antisocial y menos mal porque si la gente supiera como eres te odiaría, si es que no te odian ya!
Las dos estaban rojas de rabia. Ivy cogió su mochila y dio un portazo al salir.
Bajó las escaleras corriendo, evitando que las lágrimas le taparan completamente la vista.
Veía borroso y casi tropezó. Solo quería salir de allí.
- Eh, niñas! Ya están las galletas en el horno! - Fue al recibidor para encontrarse a Ivy abriendo la puerta con rabia - Ha pasado algo?
Pero no obtuvo respuesta.
Ivy salió y dejó a la madre en la puerta, con la palabra en la boca y sin saber qué hacer.
Ivy corrió calle abajo mientras la madre de Maya dejaba el trapo al lado del horno y subía las escaleras rápidamente.
Unas chispas saltaron del horno y fueron a parar al trapo. Una llama salió de este y el calor empezó a inundar la cocina.

ESTÁS LEYENDO
La chica de los ojos rojos
Roman pour AdolescentsUna leyenda sobre los cuatro elementos. El aire, el agua, la tierra y el fuego. Una chica abandonada. Una nueva escuela. No será tan fácil olvidar el pasado.