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Primero fue una policía que las vio.

Todo pareció ralentizarse por unos segundos.

La gente las vio y también se quedaron quietas.

De repente, la policía reaccionó y gritó a todo pulmón para avisar a los policías y a la ambulancia que había alrededor.

Una pequeña multitud de policías y médicos se acercaron. Todo se volvió un poco borroso para Ivy, no se encontraba muy bien.

Una señora pasó al lado de los médicos llorando y gritando hasta llegar a Maya.

La pusieron en la camilla portátil y la subieron a la ambulancia.

Ivy miró lo que le rodeaba. La gente detrás de las vallas amarillas seguía ahí, los bomberos seguían echando agua al edificio, los médicos le hacían pruebas a Maya y a su madre a una ambulancia para revisar como estaban... 

Entre la gente distinguió a la señora con la que se había chocado esa misma tarde al salir del instituto, y le sonó. Le sonaron sus rasgos y su cabello rojizo. Sus miradas se cruzaron, en realidad, la señora ya le estaba observando desde que había puesto pie en la calle otra vez. Se aguantaron la mirada unos instantes, luego la señora la apartó, avergonzada, sintiendo que la culpa le comía por dentro.

Arrastró a un pequeño niño que estaba a su lado y les vio desaparecer entre las personas que aún estaban grabando y mirando que pasaba.

Alguien se acercó a Ivy para preguntar si se encontraba bien e insistió a hacerle un chequeo en una ambulancia.

Ella se dejó llevar por la persona y acabó con un estetoscopio en el pecho y haciendo un par de pruebas médicas. No había resultado herida y aparentemente no parecía haber inhalado mucho humo, le dijo la médico sorprendida, comparando con el tiempo que había estado en la casa.

La médico la dejó sola en la ambulancia mientras ella reflexionaba sobre todo lo que había pasado en las últimas horas.

Una policía se acercó a ella.

- Ha sido muy imprudente lo que has hecho. Podrías no haber salido, habéis tenido mucha suerte.

Ivy sonrió al escuchar la última palabra.

- Me han dicho que no has sufrido daños del humo ni del fuego, no sé cómo te lo has hecho. - La miró - Necesitas que llame a alguien? 

Ella agitó la cabeza. 

- No hay nadie a quien llamar.

Y dicho esto se quedaron en silencio hasta que la policía se fue a atender otra cosa.

Estaba sentada en el suelo de metal de la ambulancia con los pies colgando, observando la casa ser reducida a cenizas. Se llevó las manos a la cara y apoyó los codos en las piernas.

- Ivy?

Esta levantó la vista. Era un médico.

- Sí. - Dijo bajito.

- Hay alguien en la otra ambulancia que pregunta por ti.

Caminó lentamente seguida del médico, que la dejó sola cuando llegó a las puertas de detrás, donde también estaba la madre de Maya.

Entró para encontrarse a Maya estirada en la camilla con un tubo conectado a su brazo.

Maya sonrió débilmente y la miró.

- Ei

- Ei

Ivy le devolvió la sonrisa, pero al momento se le descolocó el rostro y le dieron ganas de llorar.

El silencio se interpuso entre las dos, que no gozaban decir nada.

- Emm... cómo estás? - preguntó Ivy, que se moría por saberlo.

- Bien, bien. Ahora me llevarán al hospital para hacer un par de pruebas, pero dicen que estoy bien. He inhalado humo, pero el justo. - Ivy desvió la mirada - Todo gracias a ti.

Ahora se miraron intensamente hasta que Maya empezó a juguetear con sus manos y mirarlas fijamente.

- Siento mucho todo lo que te he dicho. No lo pienso, simplemente estaba enfadada.

- Yo... yo también lo siento. He dicho tonterías y he estropeado nuestra amistad. Lo siento tanto...

Y las lágrimas empezaron a acudir a sus ojos sin control.

- Ei, ei, no, no. Yo también lo siento. - cogió suavemente la barbilla de Ivy para que la mirara directamente a los ojos, casi no había espacio entre ellas - No has estropeado nuestra amistad, la has mejorado.

Las lágrimas cesaron de repente.

Los ojos rojos de Ivy parecían brillar y atravesar a Maya.

Maya acercó los labios a los de Ivy, que le devolvió el beso. Sabían a chicle de melón. Cerró los ojos y se dejó llevar por la ternura del momento. Qué labios tan suaves tenía Maya.

Se separaron, pero se quedaron muy cerca. No sabían que decir, no sabían como expresar lo que sentían en ese momento. Ivy lo intentó.

- Mi... mi vida es complicada. Y pensaba que si te dejaba entrar en ella te arrepentirías. No quería que alguien me hiciera daño. Otra vez.

Se alejaron un poco más la una de la otra y Maya insistió:

- Por favor, explícame.

La chica de los ojos rojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora