Toma 21

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Su memoria se dispersaba entre el presente y el pasado. Imágenes de su niñez y adolescencia con Umi se interponían en los pedazos de lucidez. Bajó corriendo los escalones, atravesando a zancadas el set, sin importarle las miradas de curiosos. Estaba lista para empujar a alguno si se interponía en su carrera. Tenía la pequeña esperanza de poder alcanzar a Umi antes de que se fuera. Antes de que otra vez, la sintiera lejos de su alcance. Le evitaría perder más tiempo de lo que ya habían perdido. Pero no la encontró en el camino.

Los recuerdos de los entrenamientos del dojo y las noches de pijama juntas, desaparecían cuando se dio cuenta de que estaba en la carretera, con la mano levantada, tratando de que algún taxi parara.

No sabía si Umi iría directo a su casa, o si habría algún otro lugar al que pudiera ir. Pero incluso si eso sucedía, se quedaría en su puerta para esperarla. El tiempo no importaba.

Apenas logró que un taxi le hiciera caso, se apuró en entrar al asiento trasero. Su corazón seguía latiendo en descontrol, y las manos no dejaban de temblarle. Con la voz entrecortada, logró dictarle la dirección al conductor, suprimiendo la punzada de dolor y culpa al ver el chat de Nico.

Sabía que le hizo daño, y la parte más racional de ella, quería regresar, pedirle perdón y seguir como siempre.

Temía hacerlo, por eso, dejó que su parte más primitiva, cargada de deseo y anhelo, tomara el control para continuar con su objetivo de ir hacia Umi.

No podía flaquear, no ahora que su decisión estaba hecha.

Nunca en los años anteriores, esta valentía se sentía tan suya, tan real. La emoción y la intrepidez de su adolescencia, regresó a sus entrañas y se sintió bien. Se sintió como ella misma.

Las luces de la ciudad pasaron veloces en su campo de visión. El tráfico nocturno hizo que el trayecto fuera lento, lo que le dio el tiempo suficiente para calmar sus latidos erráticos y regular sus respiraciones. Estaba en el borde de un colapso y en otras circunstancias, habría parado y tomado algún tranquilizante. Pero Nico se llevó sus pastillas, y aunque deseaba maldecirla y odiarla, no podía hacerlo. Nico la vio en sus peores momentos y se quedó a su lado. Si la valentía era parte de ella, el miedo era su contra parte y en la misma proporción.

Si Umi la veía en este estado, en la Honoka que se convirtió, ¿la aceptaría? Eso es lo que Nico quería que ella viera.

Si Umi la aceptaba o era el final de todo lo que había entre ellas.

Atravesaron la ciudad llena de luces y ruido, alejándose con cada kilómetro de ellas. Los edificios fueron cambiando a residencias y luego a pequeñas casas.

Enfocada en controlar su desborde de emociones, no le tomó importancia a la ruta hasta que la distancia entre cada casa se hizo más larga. El taxi se detuvo frente a la última, antes de que el camino siguiera por una curva, donde no se veían más luces que los de los postes de la carretera.

Era casi medianoche.

Observó la casa, sin ningún atisbo de luz visible encendida desde dentro. Salvo las luces de afuera. Por un momento, de verdad creyó que Umi no estaría. Era grande, parecía tener dos pisos, demasiado para que una sola persona estuviera ahí, así que supuso qué realmente era sólo temporal, antes de que se fuera. Entendía de alguna forma por qué eligió esa casa y no un apartamento. El único vecino estaba a diez metros de lejanía, en un callejón al lado de la casa. Tenía una enorme cochera al frente automática, no tenía ventanas y lo más importante, las puertas principales se asemejaban a las del dojo. La naturaleza rodeaba la casa y al mismo tiempo, servía de escondite. Era una fortaleza.

Pagó el servicio y bajó del taxi, haciéndose a la idea de que acamparía en la puerta. No fue hasta que escuchó el motor volver a encenderse y girar, alejándose, que el desborde de emociones volvió a cobijarla.

3, 2, 1 ¡ACCIÓN! [LOVE LIVE SCHOOL IDOL PROJECT] [HONOUMI]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora