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—¡Al piso ahora!—Todos en la casa empezaron a correr hacia la puerta trasera pero Ophelia apareció apuntándoles a todos con un arma a lo que retrocedieron mientras eran arrestados por el equipo.

Fue una redada exitosa, estaban inspeccionando la casa en busca de más evidencia hasta que unos llantos de bebé inundaron los oídos de Ophelia que empezó a caminar siguiendo el sonido.

Estos ruidos se intensificaron más cuando bajó al sótano con cuidado. Sin embargó no veía a los niños por ningún lado, pegó su oído a las paredes en busca de alguna puerta secreta empezando a perder la paciencia.

Se sentó en la mesa mirando a todos lados en el sótano, su mirada se clavó en una vitrina que estaba mal puesta en el centro de la pared. Rápido corrió a quitarla para encontrar una puerta secreta y al abrirla encontró a dos bebés de unos dos años tirados en el piso, sucios envueltos en sus propios deshechos.

Los cargó en sus brazos para llevarlos hasta la ambulancia que estaba afuera para que fueran atendidos, estaban flacos y amarillos con posible anemia, tenían algunos hematomas en el cuerpo indicando señales de agresión física.

Ophelia se preguntó el porque habían personas que podían ser tan crueles con niños que no pidieron venir al mundo, ¿Cómo podían dejarlos en ese hueco muertos de hambre mientras vendían droga en la parte de arriba? Había que ser muy cruel para hacer semejante cosa a unos niños inocentes que solo necesitaban ser amados y queridos por sus padres.

Cualquier otro oficial no se hubiera preocupado e incluso hubiera olvidado lo que vio, pero Ophelia fue al hospital para asegurarse de que los bebés estuvieran bien, que estuvieran estables y a salvo.

—¿Están en el sistema?—Cuestiona, La agente de servicios sociales niega mostrándole la computadora.

—Solo aparecen con un apellido que es falso, buscamos en sangre para comunicarnos con algún pariente cercano pero no hay nada, parece que son gemelos, una niña y un niño, dos años, sin rastros de ningún padre o madre—La vista de la joven se desvió a los dos infantes que reían con las enfermeras que les daban comida.

—¿Alguien se quedará con ellos hoy?—La oficial negó—Puedo quedarme con ellos, puedo cuidarlos.

—Esta bien, en los informes médicos de los niños aparece que el niño fue golpeado o pateado, tenía tres costillas rotas, por eso lloraba, la pequeña presenta anemia y algunos hematomas, estos niños fueron maltratados, los estaban matando de hambre, quizás iban a vender sus órganos o los venderían como próximos trabajadores sexuales—La trabajadora social se voltea para irse dejando a Ophelia con la palabra en la boca.

Se acercó a la habitación de los niños que jugaban entre ellos con algunos legos que les habían prestado las enfermeras, sonrió y se sentó con ellos en el suelo para jugar.

Estos niños eran unos angelitos, eran callados también bastante inteligentes para su edad, caminaban a la perfección, eran unos guerreros por aguantar tanto a tan corta edad.

—Voy a cuidarlos—Los niños que ahora estaban dormidos encima de Ophelia se acurrucaron cerca suyo para sentir el calor del cuerpo de la menor.

Era curioso lo maternal que era Ophelia con los niños puesto a que ella nunca tuvo una madre, su hermana mayor fue hija de el primer matrimonio de su padre, ella fue hija del segundo matrimonio de Conrad, su madre murió cuando tenía dos años en un tiroteo.

El Capitán no volvió a casarse, ni siquiera pudo mirar a otra mujer después de lo que sucedió, jamás se recuperó de aquel duro golpe que le había dado la vida.

Los pocos recuerdos que conservaba Ophelia de su madre eran borrosos pero estaba segura de que su madre la amaba, todos aquellos recuerdos eran felices, su madre la salvó en el tiroteo, ella protegió a su pequeña con su cuerpo.

Reflections | Armando AretasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora