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Estaba ansiosa esperando en frente de la cafetería observando el atardecer que había en frente de mí.

¿Y sí no llegaba? ¿Qué tal si cambio de opinión? A éste punto estaba pensando en más posibilidades de qué me dejará plantada y me iría a mi casa con los zapatos en la mano.

Mis pensamientos negativos se vieron interrumpidos por la repentina presencia de Armando frente a mí haciendo que respirara aliviada con una sonrisa que aparecía en mi rostro.

Sus ojos me escanearon de arriba a abajo mientras asentía y yo observaba una pequeña sonrisa formarse en sus labios.

-¿Puedo hacerte un cumplido sin querer incomodarte?-Cuestiona, toma el casco para darmelo pero yo juego con el mismo en mis manos pensando en una respuesta.

—Claro que sí—Sonreí en grande colocando el casco en mí cabeza antes de subirme detrás de él abrazandolo por la cintura.

—Te ves hermosa con ése vestido—Mis mejillas ardieron al escuchar sus palabras porqué nadie a excepción de mí padre o mi familia me había dicho eso.

—Oh, Gracias, eso es muy dulce de tú parte—Él empezó a manejar a una velocidad algo rápida pero que no me daba miedo sin embargó cuando aceleraba de más lo abrazaba con más fuerza haciendo que redujera la velocidad.

De caminó a la feria el olor de su perfume inundó mis fosas nasales, era un olor bastante varonil, creo que Mike lo usó alguna vez, él me enseñó sobre perfumes. Para cuándo llegamos había oscurecido por completo pero aún era temprano.

Empezamos a caminar adentrándonos en la feria hasta que perdí a Armando de mí vista cuando corrí hacía un puesto de algodón de azúcar.

—Me da uno, por favor—Pido al señor que con una sonrisa empieza a girar el palillo en la máquina.

Estaba sacando el dinero de mi bolso cuando sentí una mano colocarse en mi espalda baja sobresaltandome.

—No te pierdas así—Habló Armando llegando a mi lado retirando su mano de mi espalda con lentitud.

Asiento sonriendo. El señor me da el algodón de azúcar pero cuando voy a pagarle Armando se apresura dándole un billete de diez dólares dejándome confundida.

Empezó a caminar y yo lo seguí guardando el dinero en mi bolso de nuevo.

—No necesitabas pagarlo—Comienzo llegando a su lado.

—Claro que sí, yo te invité—Se encogió de hombros tomando mi mano libre para guiarnos a la montaña rusa.

El sonrió viéndome pero yo negué recordando la última vez que me subí a una, en pocas palabras vomite encima de mí.

—Será divertido—Sugiere animandome mientras terminó mi algo de azúcar lanzando el palillo al suelo—¿Te da miedo acaso?

Claro que no estaba aplicando eso conmigo, no me da miedo, ¿Por qué me daría miedo?

—No, claro que no, solo que.

—Perfecto entonces vamos—No me dejó terminar cuando ya estaba jalando mi brazo para caminar hacía la atracción.

Cuando llegó a la parte en dónde baja cerré los ojos apretando el barandal en mis manos hasta que sentí como alguien entrelazaba su mano con la mía entonces abrí los ojos encontrando a Armando que sin mirarme apretó con más fuerza mi mano.

El vagón empezó a bajar con velocidad y apreté la mano de Armando sin darme cuenta clavé mis uñas en la misma hasta que se detuvo.

—Jamás volveré a subirme en una montaña rusa—Me bajé sintiendo mis manos temblar por el miedo qué había sentido hace unos momentos.

Reflections | Armando AretasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora