El ápeiron

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—Qué delicioso desayuno —comentó Kaint, saboreando un bocado de croissant y tarta griega—. Nunca había probado una tarta griega, ¡es exquisita!

—Verdad que sí —coincidió Liam, con una sonrisa—. Oye, ¿qué otro filósofo toca en nuestra lista?

—Anaximandro de Mileto —respondí—. ¿Has podido echar un vistazo al libro que te di?

—Un poco —respondió Liam, frunciendo ligeramente el ceño—. Tales era más fácil de entender, pero Anaximandro... es demasiado abstracto para mí. La filosofía es apasionante, pero también bastante compleja.

—Tranquila, para eso estamos aquí, para conversar, para descubrir juntos la esencia de la antigua Grecia —dije con una sonrisa tranquilizadora—. Recuerda lo que aprendiste en tus clases de historia: la antigua Grecia estaba dividida en diversas polis, cada una con sus propias características. Por eso, cada filósofo presocrático se asocia al lugar donde vivió y desarrolló su pensamiento. Por ejemplo: Tales, Anaximandro y Anaxímenes, los tres eran de Mileto, en la antigua Jonia.

—Sí, creo que lo recuerdo vagamente —respondió Liam—. Tendré que repasar el mapa.

—No te preocupes por eso ahora —dije—. Lo importante es que entiendas que los nombres de estos pensadores están ligados a los lugares que habitaron, a las experiencias que moldearon sus ideas.

—Entiendo —asintió Liam.

—Bien, volvamos a Anaximandro —propuse—. Se cree que fue discípulo de Tales. Para él, el "arjé" era el "ápeiron", es decir, lo infinito-indeterminado.

— ¡Ay, esto se está complicando! —exclamó Liam, llevándose las manos a la cabeza con un gesto divertido.

—Tranquila, mira... —dije con calma—. Lo que ocurre con Anaximandro es fascinante. Él fue un crítico de Tales. Pensaba que si el principio de todo, el origen y el fin, era el agua, no podía abarcar la totalidad de la realidad. Si todo deriva del "arjé", este no puede tener características definidas, ni cuantitativas ni cualitativas.

—Claro, es como lo que te decía en el avión sobre la idea de Dios —intervino Liam—. Es algo que escapa a cualquier intento de medición o calificación.

—Exacto —dije, emocionado por su agudeza—. Por eso Anaximandro propone el "ápeiron", lo infinito-indeterminado. "Á-peirón" significa literalmente "lo que no tiene límites", porque es indeterminado tanto en cantidad como en cualidad. Es como una especie de fuerza primordial que lo abarca todo de manera indefinida. Para él, el origen de todas las cosas surge de una especie de injusticia cósmica, y la corrupción, la muerte que vemos en el mundo, es una forma de expiación, de restaurar el equilibrio. Creía que existía una lucha constante entre contrarios que buscan dominarse mutuamente: caliente-frío, paz-guerra, dolor-salud... Y como el principio es infinito, los mundos también lo son, naciendo y muriendo en un ciclo eterno. Anaximandro fue el primero en intentar explicar los cambios y las variaciones que observamos en el cosmos.

—Suena un poco extraño, pero entiendo lo de la expiación y la corrupción —dijo Liam, pensativa—. Es como si tuviéramos que pagar por nuestros actos para que el cosmos recupere su equilibrio, para que se haga justicia y todo siga su curso. Como lo que ocurre ahora con el calentamiento global: estamos sufriendo las consecuencias de abusar de los recursos naturales, es la forma en que la naturaleza busca restablecer el equilibrio y por eso existen tantas tragedias debido a los cambios climáticos.

— ¡Muy bien, Liam! —exclamé, realmente impresionado por su perspicacia—. Eres muy observadora. Ahora bien, Anaxímenes de Mileto, otro filósofo de Mileto, pensaba que el "ápeiron" era el aire, porque lo consideraba el elemento más indeterminado y volátil. Se podría decir que, con él, hay un retorno a una concepción más material del principio de las cosas, en contraste con la abstracción de Anaximandro.

—La lucha de contrarios tiene sentido —dijo Liam, con la mirada perdida en algún punto lejano—. Siempre hay conflictos, la paz y la guerra se alternan... Hoy en día estamos rodeados de guerras, y la batalla por la paz parece una tarea titánica. Aunque no sé si sea justo considerarlo una especie de justicia cósmica.

—Claro que no —dije con una sonrisa—. Recuerda que estos son los primeros intentos de la filosofía por comprender la naturaleza, por explicar los contrarios y el dinamismo del cosmos. Pero bueno, basta de teoría por ahora. ¿Qué te parece si visitamos los jardines de Atenas? Allí te hablaré de dos figuras fascinantes que marcaron un antes y un después en el pensamiento occidental: Heráclito de Éfeso y Parménides de Elea. Dos mentes brillantes con visiones del mundo completamente opuestas.

— ¡Me encantaría! —exclamó Liam, con los ojos brillantes de entusiasmo—. Además, me encantan las plantas, será un paseo maravilloso. Me imagino a los antiguos filósofos paseando entre la hermosa naturaleza de esos jardines, debatiendo sobre el origen del universo...

—Así era, Liam —dije, ofreciéndole mi brazo con una sonrisa—. Tenemos mucho por descubrir.

Y sin más preámbulos, abandonamos el hotel y nos dirigimos al Jardín Nacional de Atenas, un oasis verde en el corazón de la ciudad, el escenario perfecto para seguir desentrañando los misterios de la filosofía.

Jóvenes filósofos rebeldes: Grecia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora