Capítulo 1: Encuentro en las Sombras

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Elena ajustó su máscara plateada mientras se miraba en el espejo del vestíbulo del palacio. La música de la orquesta resonaba suavemente a través de las paredes decoradas con intrincados frescos y candelabros dorados. Sentía la emoción y el nerviosismo burbujeando dentro de ella; era su primera vez en un evento tan exclusivo. Había trabajado duro para llegar hasta aquí, y su mentora, Doña Irene, le había asegurado que esta noche sería crucial para su carrera. En su mente, repasaba las caras y nombres de las personas importantes que esperaba conocer.

Respiró hondo, recogió la cola de su vestido negro y empujó las grandes puertas dobles. El salón de baile se desplegó ante ella en un estallido de luz y color. Las parejas danzaban con gracia, sus risas y murmullos mezclándose con la música. Las máscaras ocultaban sus rostros, pero sus miradas revelaban curiosidad y deseo.

Elena sintió un cosquilleo de anticipación al observar el esplendor del salón. Las luces de los candelabros se reflejaban en su máscara, creando destellos plateados que se mezclaban con los colores vivos de los vestidos y trajes a su alrededor.

Elena se movió con confianza por la sala, saludando a conocidos y haciendo nuevos contactos. Sentía el poder que le confería su apariencia y su inteligencia, pero también sabía que esta noche no era solo sobre conexiones profesionales; era sobre ser vista y recordar su propio valor.

Se detuvo junto a un grupo de personas cerca de la orquesta, intercambiando palabras amables y sonrisas. A medida que conversaba, notaba cómo las miradas de los demás la evaluaban, como si trataran de desentrañar su identidad tras la máscara.

Mientras observaba el baile desde un rincón, un hombre con una máscara dorada captó su atención. Era alto y esbelto, con una presencia magnética que la hizo sentir una inexplicable atracción. Él también la miraba, y después de unos momentos, se acercó.

—¿Me concede este baile? —preguntó, extendiendo una mano enguantada.

Elena sonrió, sintiendo un cosquilleo de anticipación. Aceptó su mano y juntos se deslizaron hacia la pista de baile. La música cambió a un vals lento y sus cuerpos se movieron al unísono, como si hubieran ensayado ese momento toda su vida.

—No he visto a nadie como usted en este baile —dijo el hombre, su voz grave y suave, apenas un susurro.

—¿Qué hace que alguien sea memorable? —respondió Elena, manteniendo el tono ligero, aunque su corazón latía con fuerza.

—Un misterio tras una máscara, supongo. —El hombre sonrió, y sus ojos brillaron detrás de la máscara dorada.

Elena rió suavemente, disfrutando del juego. Pero había algo más en él, algo que la intrigaba y la atraía.

—Mi nombre es Damián —dijo finalmente, inclinándose hacia ella mientras giraban por la pista.

—Elena —respondió ella, sintiendo una chispa eléctrica al escuchar su nombre en sus labios.

Continuaron danzando, y Elena aprovechó el momento para estudiar más de cerca a su misterioso acompañante. Sus movimientos eran precisos y elegantes, como si estuviera acostumbrado a tales eventos.

La danza continuó, y con cada giro y cada paso, Elena sentía que se adentraba más en un mundo de posibilidades y peligros. El aire estaba cargado de promesas no dichas, y sus miradas se entrelazaban en un diálogo silencioso.

De repente, sintió una tensión en el aire. Las luces del salón parecían brillar con mayor intensidad, y las risas se volvieron más apagadas.

Un hombre irrumpió en la sala con evidente angustia. Elena reconoció su rostro: era uno de los antiguos compañeros de celda de su padre. Sus palabras resonaron en la sala, cortando la música y el murmullo de la multitud.

—¡Se ha cometido una injusticia! —gritó el hombre, su voz temblorosa. —¡El hombre que está en la cárcel por asesinato es inocente!

Elena sintió que el aire se le escapaba del pecho. Sabía que estaba hablando de su padre, encarcelado injustamente por un homicidio que no había cometido. La sala quedó en silencio, y todas las miradas se volvieron hacia el hombre y, eventualmente, hacia Elena.

Damián la miró intensamente, como si hubiera esperado este momento. Con una gentileza sorprendente, la tomó del brazo y la guió fuera del salón, alejándola de las miradas inquisitivas.

—Necesitas aire fresco —dijo suavemente, llevándola hacia un balcón apartado.

Elena respiró hondo, tratando de calmarse. Sentía la proximidad de Damián, su calor, y la seguridad que le proporcionaba. El aire frío de la noche le ayudó a despejar la mente. Las estrellas brillaban sobre ellos, añadiendo un toque de serenidad al tumulto interior de Elena. Él se quitó la máscara, revelando un rostro marcado por la vida, pero con una mirada cálida y comprensiva.

—¿Cómo sabías que necesitaba salir? —preguntó Elena, mirándolo con una mezcla de curiosidad y agradecimiento.

—A veces, las situaciones pueden ser abrumadoras —respondió Damián, con un tono que sugería que sabía más de lo que dejaba entrever.

—¿Conocías a mi padre? —preguntó, sintiendo una mezcla de esperanza y temor.

Damián asintió lentamente.

—Conozco su historia —dijo, sus ojos fijándose en los de ella. —Y también sé que fue una injusticia lo que le ocurrió.

Elena sintió una oleada de emociones, pero antes de que pudiera responder, Damián se inclinó más cerca.

—Escucha, Elena. Hay secretos que podrían cambiar todo lo que conoces. Ten cuidado con quién confías. La noche no siempre es amable con quienes buscan la verdad.

Elena sintió un escalofrío. La advertencia de Damián resonaba en su mente mientras él se alejaba un poco, mirándola con una intensidad que la dejó sin aliento.

—Quiero ayudarte —dijo Damián, su voz sincera y cargada de una emoción que ella no podía ignorar. —Pero necesitamos ser cuidadosos.

—¿Por qué tú? —preguntó Elena, su voz temblorosa.

—Porque sé más de lo que te imaginas —respondió Damián, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y promesa. —Y porque creo que juntos podemos descubrir la verdad.

Elena no sabía qué depararía el futuro, pero una cosa era segura: esta noche, en este baile de máscaras, había encontrado algo que valía la pena explorar, a pesar de los riesgos. Las palabras de Damián resonaban en su mente mientras trataba de asimilar la magnitud de lo que acababa de suceder. Mientras regresaban al salón, con la música resonando a su alrededor, Elena no podía dejar de preguntarse qué secretos ocultaba Damián y qué significaría su presencia en su vida.

El baile de máscaras había terminado, pero la verdadera danza apenas comenzaba.

El Vals de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora