Capítulo 8: Un claro en la oscuridad

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Después de los eventos traumáticos con Alessandro, el grupo estaba exhausto y emocionalmente agotado. Damián y Elena sabían que necesitaban un respiro para recuperar fuerzas y aclarar sus mentes. Decidieron escaparse por un día, alejándose del caos y la presión del refugio.

Damián había pasado la noche reflexionando sobre el mensaje que Elena le había enviado, y sabía que necesitaba dar el paso para estar a solas con ella. La incertidumbre lo carcomía por dentro; debía contarle más sobre su historia. A la mañana siguiente, se dirigió hacia Elena, quien se encontraba revisando unos documentos en la cocina.

—Necesitamos un descanso, Elena. Vamos a tomar un día para nosotros —dijo Damián, su voz suave pero firme, sus ojos llenos de determinación.

Elena levantó la vista, sorprendida por la proposición. La sinceridad en los ojos de Damián la conmovió.

—Vaya, parece que alguien ha entendido que tiene que esforzarse si quiere algo conmigo —bromeó Elena, sonriendo. —Claro, Damián, acepto la invitación. Será bueno despejar la mente un rato.

Damián llevó a Elena a un lugar especial, una pequeña cabaña junto a un lago, escondida en medio del bosque. Había sido su refugio secreto durante años, un lugar donde podía escapar del mundo y encontrar tranquilidad. El camino hacia la cabaña estaba bordeado de árboles altos y frondosos, el sol se filtraba a través del dosel, creando un juego de luces y sombras en el suelo del bosque.

—Este lugar es hermoso, Damián. Gracias por traerme aquí —dijo Elena, mirando el paisaje con admiración.

—Quería compartir este lugar contigo. Aquí podemos olvidarnos de todo por un momento —respondió Damián, sonriendo mientras observaba su reacción.

—Me gusta cómo suena eso —dijo Elena, sentándose en una roca junto al lago. —¿Qué más secretos escondes por aquí?

Damián se sentó a su lado, mirando el reflejo del sol en el agua.

—Hay muchas cosas que aún no sabes de mí, Elena. Pero poco a poco, te las iré contando. —Damián la miró con una sonrisa enigmática.

Pasaron la tarde explorando el bosque y disfrutando de la belleza natural que los rodeaba. Rieron y hablaron de cosas triviales, dejando a un lado las preocupaciones y las tensiones. Era un respiro bienvenido del estrés constante.

—No sabía que pudieras ser tan divertido, Damián —dijo Elena, riendo mientras él intentaba enseñarle a pescar.

—Hay muchas cosas que no sabes de mí, Elena —respondió Damián, guiñándole un ojo con un toque de coquetería.

Cuando el sol comenzó a ponerse, Damián encendió una fogata cerca de la cabaña. Prepararon una cena sencilla y se sentaron juntos, disfrutando de la tranquilidad del lugar.

—Este es el tipo de noche que he soñado tener desde hace mucho tiempo —dijo Elena, mirando las estrellas, su voz suave y nostálgica.

—¿Alguna vez has sentido que el suelo desaparece bajo tus pies? —preguntó Damián, su voz un susurro grave.

—Solo cuando estoy cerca de ti —respondió Elena, sus palabras cargadas de una honestidad que la sorprendió.

Damián sonrió, sus ojos brillando con una mezcla de peligro y deseo.

—Entonces, ten cuidado de no caerte, porque no siempre podré atraparte —dijo, avanzando un paso más, hasta que apenas unos centímetros los separaban.

Elena sintió que su corazón latía con fuerza, la cercanía de Damián era embriagadora. Damián jugaba con un mechón del cabello de Elena, enroscándolo alrededor de sus dedos.

El Vals de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora