Capítulo 2

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Elodie Icewind

La noche dio comienzo sin ningún altercado, y los líderes de los reinos de Phearea parecían divertirse más a medida que la noche seguía su curso. Ocupando cada uno su propio lugar en la mesa—de una dimensión alargada, construida con madera de Agar—, se podían oír murmullos, carcajadas y halagos muy poco creativos. Algunos ya estaban pasados de copas, antes, incluso, de que sirvieran el primer plato. Un delicioso asado de cordero, patatas y verduras, acompañado de pan de avena y una exquisita salsa de setas. Sin embargo, sus reinas preferían ofrecer sonrisas complacientes que desprendían una falsedad abrumadora, y algunos de sus hijos intentaban pasar desapercibidos entre sus conversaciones.

Durante la cena ocupé mi asiento al lado de mis dos medios hermanos. Para mi suerte junto a Edwin, quien me contaba con emoción cómo había conocido a una niña mientras merodeaba por los alrededores de los jardines que contorneaban el castillo, seguramente hija de algunos de los trabajadores.

Lo cierto es que aparte de nosotros, Edwin no se relaciona con otros niños de su edad. Recibe clases privadas en el castillo, al igual que Aila y yo también lo hicimos durante largos años. Roselyn y Elion siempre han sido autoritarios o se mostraban desconformes con quienes nos relacionábamos, y por lo que he podido comprobar los otros hijos de los reyes no parecen agradarle. Por lo que escucharlo hablar alegremente sobre ella me hizo sonreír de felicidad, y bajo su insistencia prometí no contárselo a nadie.

—¡Propongo un brindes! —Anunció el rey Elion alzando la copa hacia nuestros invitados, que con ánimo se unieron alzando también las suyas—Propongo un brindes por este nuevo año, en el que al fin acabaremos con todo el mal que nos rodea, y en el que recuperaremos todo aquello que nos ha sido arrebatado—Paseó la mirada hacia cada uno de los presentes en la mesa. Por último, sus ojos se pararon en mí—. Un futuro mejor nos espera.

—¡Y por un futuro en el que seamos más ricos! —Añadió el rey de Solbia, provocando algunas risas.

Un barullo de halagos, gritos y choques entre las copas de cristal se produjeron al compás de las peticiones propuestas durante el brindis.

Los reyes se mostraban satisfechos llevando las copas cargadas a los labios, y sus esposas, tímidamente imitaron el mismo acto. Algunos de los hijos, en especial los herederos, chocaron sus copas junto a sus progenitoras en señal de alegría, mientras otros mostraban sonrisas complacientes.

No pude evitar mirar como Aila miraba a su padre con el orgullo brillando en sus ojos aceituna. Me pregunté si sabría la horrible verdad que ocultaba bajo esa máscara de buen "padre". Si era consciente de que él había sido el responsable de la muerte de mi madre. Con honestidad diría que prefiero pensar que no, porque, de lo contrario, solo podría odiarla más de lo que ya lo hago.

Cuando el postre ya estaba servido, creí que nadie había parecido darse cuenta de las marcas que aún lucían en mi rostro, que la cena había sido un éxito y el rey no podría decir nada al respecto. Pero mientras me disponía a saborear la primera cucharada del pastel de frutos rojos, una voz femenina me obligó a levantar la mirada, llevándome a los ojos oscuros de la reina Wilma, de Solbia.

Su suave voz consiguió que la sala se mantuviera en un silencio tranquilizador. Era una mujer de una elegancia exquisita y una sonrisa bondadosa. Y sin duda era hermosa. Tenía el cabello negro, lacio y con un corte perfecto que llegaba a sus hombros descubiertos, mostrando una piel brillante, labios rosados y complexión delgada.

Parecía poco creíble que una mujer como ella pudiera haberse fijado en un hombre que apenas podía mantenerse recto sobre la silla. Que parloteaba sin descanso sobre su activa vida sexual haciendo ruborizar sus mejillas de vergüenza y soltaba comentarios hirientes, incluso insinuando que ocultaba amantes a su esposa, y que desde luego, no compartía ni la mitad del amor que ella sentía por él.

La maldad de un corazón puro (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora