Capítulo 7

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Elodie Icewind

Fruncí el ceño.

—¿Volvemos a vernos? —La pregunta salió disparada de mis labios.

Seren comenzó a moverse rodeándome con pasos suaves mientras sus ojos me analizaban en un silencio acentuado. Su cabello largo y demasiado lacio se movía junto al viento como suaves ondas negras, y sus botas de cuero hacían crujir las hojas secas, que aún quedaban del invierno, bajo sus pasos.

En un vistazo rápido sus ojos se pararon a observar el prado. Una sonrisa ladeaba se formó en sus labios cuando volvió a colocarse cara a cara conmigo antes de hablar:

—¿Acaso no me recuerdas? —Contestó con una fingida sorpresa y las cejas hundidas—Auch—se llevó una mano al pecho—, y yo que creía que era difícil de olvidar. Después de todo parece que Keiran hizo un buen trabajo.

Keiran.

Otro nombre que no conocía.

Cuando se dio cuenta de la confusión en mi rostro sus labios se transformaron en una línea espesa. Todo rastro de diversión se borró de forma abrupta, como si ya no encontrara gracia en la situación y mis palabras no le produjeran ganas de seguir bromeando.

—Así que es cierto—su rostro parecía mostrar algo parecido a la decepción—. ¿No recuerdas nada sobre nosotros?

¿Nosotros? Pensé.

El brillo de sus ojos se intensificó. Se mostraban confundidos, casi con un brillo de dolor. Rápidamente volvió a adoptar una postura confiada y alerta. Sus manos estaban preparadas para alcanzar su arco y flechas en caso de necesitarlas.

—Tal vez si me hablarais sobre quienes sois nosotros, podría recordarlo.

Pero su mirada, el brillo de sus ojos... se apagó.

—No hay tiempo para eso ahora, Elodie. Prometo que obtendrás todas las respuestas a las preguntas que ahora te envuelven, pero ahora necesitamos tu ayuda—su mirada pasó de la pena a la súplica—. Hay muchas cosas que te ocultan, que ocultan al reino. Planean acabar con nosotros—y esa última palabra salió con firmeza de sus labios—. Tienes que ayudarnos antes de que sea demasiado tarde.

El crujido de unas hojas secas se escuchó acercándose. Seren desvió rápidamente la mirada como una presa a punto de ser atacada, buscando la procedencia del sonido, como si temiera que alguien le descubriera. Juraría que vi como sus ojos se oscurecieron sin esfuerzo, como pasaron de un suave color grisáceo a un color negro intenso que no dejaba diferencia entre el iris y el resto de su ojo.

—Nadie puede saber que te he visto—sus ojos volvieron a su color cuando me miró—, pero nos volveremos a ver. Confío en que mantendrás nuestro secreto—los pasos se escucharon más cerca de nosotras—. Debes recordarnos, no permitas que roben tus recuerdos—sus palabras fueron demasiado rápidas y desesperadas. Intenté acercarme a ella, reclamarle respuestas por lo que acababa de contarme, pero desapareció tan rápido como comencé a moverme. Antes siquiera de que pudiera darle una respuesta, una ligera bruma blanca apareció sobre el lugar donde se encontraba segundos antes, donde ahora no había nada más que el eco de sus palabras relamiendo mis oídos.

Necesitaba saber más, necesitaba que me explicara que quería decir con todo esto. "Tienes que recordarnos", había dicho, pero a quien debo recordar, a qué se refería con que no permitiera que robaran mis recuerdos. Y esa mirada... como si saber que no le recordaba le hubiera producido un dolor agudo en el pecho.

—¿Elodie?

¿Alenia?

Desvié la mirada hacia el lugar de procedencia de su voz. Iba vestida con un vestido dorado, suelto, que resaltaba el color de sus ojos, pero que ahora estaba manchado de tierra húmeda de haberlo arrastrado por el bosque. Se había cambiado de ropa, así que estoaba casi segura de que cumplió su promesa de ir a la cita con Leim.

La maldad de un corazón puro (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora