Capítulo 8

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Elodie Icewind

Habían pasado varios días desde mi reveladora conversación junto a Alenia. Y aunque parecía que había fortalecido aún más nuestra amistad, ella se había vuelto más cuidadosa al hablar, al actuar frente a mí. Le había jurado una y mil veces que no debía preocuparse, que hacía años que ningún pensamiento parecido rondaba por mi cabeza, pero ella se negaba a creerme del todo.

Se preocupaba más de lo habitual en mi bienestar y estado de ánimo, en pasar mayor tiempo conmigo. Tampoco insistía en lo contrario cuando le pedía estar sola, aunque podría jurar que se quedaba junto a mi puerta esperando a que la necesitara.

Tampoco he obtenido nuevas señales de Seren. Han pasado casi siete días desde nuestro primer encuentro aquella noche en el prado. Era como si realmente hubiera desaparecido.

Había tanto por lo que necesitaba preguntarle, tanto que necesito saber. Cada ruido a mi alrededor logra que mi corazón se acelere en su búsqueda. Sus palabras aún daban vueltas en mi cabeza. Era como intentar resolver un rompecabezas que no contiene pistas, como nadar a ciegas en un mar infestado de sirenas hambrientas. No había nada que recordar, nadie a quien poder recordar.

—¿Alguna preferencia?

Alenia sostenía dos vestidos preciosos sobre sus brazos.

El primero era un vestido rojo de seda con escote en pico y la espalda al descubierto. Dos tiras finas sujetaban el vestido a los hombros y una lisa falda se extendía hasta el suelo formando un pequeño charco de tela alrededor de los pies.

El segunda era de un apagado pero brillante color negro, largo, con unas amplias mangas de tela transparentes, una apretura alta que dejaba al descubierto un pequeño trazo de piel y un escote en forma corazón. Bordado sobre la cintura estallaba un mar de diminutos diamantes que hacían más fina la cintura, y le otorgaba un dulce toque de elegancia.

—Me gusta ese—señalé el segundo vestido retocando el rubor de mis mejillas en el nuevo espejo que ahora descansaba sobre mi tocador.

—¿Negro? ¿No crees que el rojo te sentaría increíble?

—En Solbia aman los colores oscuros. ¿Qué mejor que el negro para la ocasión?

Suspiró derrotada.

Había llegado el día de anunciar mi compromiso con el príncipe Cyran. No podía negarme después de todo, pero buscaría la forma de acabar con esto antes de que me colocara un anillo sobre el altar. Y si hasta que ese momento llegara debía fingir que aceptaba casarme con él por voluntad propia, lo haría.

La fiesta de compromiso se celebraría en el salón de actos de nuestro castillo. Se habían enviado invitaciones a todas las clases altas del reino, el castillo quedaría plagado de invitados. Las manos me temblaban de solo pensar que oficialmente me convertiría en su prometida.

Todos en el reino estaban emocionados, expectantes por conocer la historia de amor de los jóvenes príncipes. En el castillo todos cuchicheaban sin descanso: ¿Cómo le habrá pedido matrimonio? ¿Desde hace cuánto se conocen? Los rumores volaron casi tan rápido como la rabia que ahora corre por mis venas.

Suspiré irritada.

—Tranquila—Alenia sostuvo varios de mis mechones blancos para comenzar a trenzarlos—. Encontraremos la manera de hacer que la boda se cancele. Tal vez puedes hacer que el príncipe Cyran te deteste. Él podría hablar con su padre y, con suerte, cancelar la boda.

No podía ser tan sencillo. Él ni siquiera me amaba. ¿Por qué iba a importarles a los reyes más poderosos de Phearea que nos detestáramos? Lo importante era el poder, lo que podían obtener al unir los reinos a través de nuestro enlace. Aumentarían su riqueza, se volverían más fuertes... podrían soportar que sus hijos se detestaran eternamente si eso les beneficiaba.

La maldad de un corazón puro (LIBRO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora